Opinión
Pasión
Una de las mejores películas de Juan José Campanella, y del moderno cine argentino, es El secreto de sus ojos, protagonizada por Ricardo Darín.
En su argumento, un funcionario de los Juzgados en trance de jubilación y otro veterano compañero suyo deciden «reabrir» por su cuenta un viejo caso de asesinato que había quedado sin solución, archivado entre tantos otros tantos legajos olvidados de la polvorienta jurisdicción que les competía en la era pre-cibernética. Inspirados por algunos indicios, por su intuición y por la voluntad de arrojar luz y justicia a un terrible crimen en la persona de una joven mujer, a la que previamente el agresor sometió a horribles vejaciones sexuales, se ponen a la tarea.
Tras muchas idas y venidas, los improvisados detectives encontrarán un punto por donde «atacar» y atajar la investigación.
Que no será tanto una pista, un rastro, como un concepto. «La pasión», apunta uno de los «pesquisidores». Y arguye: «Se puede cambiar de mujer, de dios, de trabajo, de personalidad... de todo lo que uno quiera, menos de pasión».
¿Y cuál era la pasión de ese asesino oculto? El fútbol, cristalizada su locura un equipo argentino. Gracias a esa fidelidad y constancia, o a ese «error», lograrán localizarle y capturarle y el caso quedará definitivamente resuelto.
Viene este ejemplo a propósito de la «pasión» que los aficionados zaragocistas sienten y demuestran hacia el equipo de toda una vida, y de todas sus vidas: el Real Zaragoza. Sólo desde la pasión, la fidelidad y el compromiso puede entenderse y admirarse el apoyo que esos miles de aficionados prestan a sus colores domingo a domingo. Por más que les defrauden, de que no haya manera de subir a Primera, de que el nivel de juego deje en demasiadas ocasiones mucho que desear, ellos/as están allí, en la grada, comiéndose los puños y desgañitándose para animar a los suyos.
¿Qué sería del Real Zaragoza sin ese capital humano, esa multitud (pues aún lo es) que le regala su cariño y su calor, y todo se lo perdona? Sencillamente, desaparecería el club. Por ello, los actuales dirigentes harían bien en fortalecer la barrera humana que les separa del abismo. Porque detrás de ellos/as, y de su pasión, ya no hay nada.
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