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Opinión

La política no es el problema, es la solución

Vivimos un momento preocupante en el que la crispación y el ruido han sustituido al debate político sereno y constructivo. Asistimos a un fenómeno global: mensajes populistas y disruptivos que buscan generar ruido y desplazar la política, desacreditarla y debilitarla para presentarla como un problema en lugar de como lo que realmente es: la herramienta más poderosa que tenemos para mejorar la vida de las personas.

Desde las instituciones hasta las redes sociales, proliferan los discursos que apelan a las emociones más primarias, que simplifican los problemas complejos y que pretenden convencer a la ciudadanía de que todos los políticos son iguales y que todo es un desastre. Es un mensaje calculadamente destructivo. Porque cuando la gente deja de creer en la política, quienes ganan son precisamente los que no quieren rendir cuentas, los que prefieren el ruido a las soluciones, los que prefieren la imposición al consenso y la búsqueda de acuerdos.

El mensaje de «no politizar» se ha convertido en el nuevo mantra de quienes temen el debate público. Se repite en muchos ámbitos: en la economía, en la educación, en la sanidad... como si los problemas que afectan a todos pudieran resolverse sin hablar de valores, de prioridades y de decisiones políticas. Pero esa pretensión de neutralidad es una trampa. Porque todo lo que nos afecta colectivamente es, por definición, político.

Y si hay un ejemplo claro de ello, lo encontramos en Barbastro con la situación que atraviesa nuestro hospital. En los últimos meses hemos visto dimisiones en cadena de responsables, plazas de médicos especialistas sin cubrir y listas de espera que superan los 400 días en algunas especialidades. Es un problema que afecta directamente a miles de ciudadanos, a su salud y a su bienestar. Y, sin embargo, la respuesta que escuchamos del Partido Popular, tanto en los medios como en la calle, es la misma: «no politicen este asunto».

Pero, ¿cómo no hacerlo? Precisamente la política está para eso: para exigir soluciones, responsabilidades y planificación. Porque cuando alguien pide «no politizar», lo que en realidad está diciendo es «no me pidan cuentas». Es intentar silenciar el debate y esconder la responsabilidad de quien gobierna. Y eso es exactamente lo contrario de lo que una democracia necesita.

La sanidad pública no se defiende callando. Se defiende reclamando recursos, gestión y compromiso, como hicieron en el pasado responsables políticos que ahora piden no politizar esta cuestión. Y la sanidad pública se defiende con hechos, con medidas y acciones, es decir: con política. Y me refiero con ello a políticas públicas que garanticen la igualdad de oportunidades y de derechos, porque no podemos olvidar que el acceso a la asistencia sanitaria lo es, así lo recoge la Constitución. Vivamos donde vivamos.

Por eso debemos reivindicar la política con mayúsculas. la que escucha, debate, decide y actúa. La política no es el problema. La política, cuando se hace desde la vocación de servicio y el compromiso con la ciudadanía, es la solución.

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