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Opinión | Fuera de campo

Intermedio como tiempo de paz

Pongan la música que deseen. «Es un intermedio. Tras haber terminado la creación, Dios declaró sagrado el séptimo día. Así que sagrado no es el día de las finalidades, sino el día de no hacer, un día en el que sería posible hacer uso de lo inservible. Es el día del cansancio. El intermedio es un tiempo sin trabajo. Es un inter-ludio, palabra que etimológicamente significa «intervalo para jugar». También se diferencia del tiempo heideggeriano, que básicamente es un tiempo de preocupaciones y de trabajo (…) El intermedio es un tiempo para ese tipo especial de cordialidad que es la indiferenciación». Así de sabio y bello lo proclama Byung-Chul Han en su best seller La sociedad del cansancio, que recientemente ha traducido con detalle y criterio Herder Editorial.

Profesor de la Universidad de las Artes de Berlín, Byung-Chul Han apuesta por recuperar el sosiego en nuestras vidas, si alguna vez lo habíamos tenido. «Si el sueño es el culmen de la relajación corporal, el aburrimiento profundo sería el culmen de la relajación espiritual. Del puro estrés no sale nada nuevo». El estrés no sirve más que para reproducir y acelerar lo que ya existe. Recordando al gran y necesario Walter Benjamin en su Iluminaciones, éste se lamentaba de que en la Modernidad desaparecieran los nidos de relajación y tiempo que construían lo que llamaba «el ave de ensueño»: Ya «no se teje ni se hila». El aburrimiento sería «una sábana gris y abrigadora, revestida por dentro con un torro de la más cálida y colorida seda», en la que «nos envolvemos al soñar».

Una poética que no es ajena en valorar la pérdida de la declinación del nosotros frente al ego hiperactivo. Con la ausencia de tener relajación quedamos huérfanos del «don de la escucha atenta» –esa capacidad de prestar una atención intensa y contemplativa–, desvaneciéndose el proyecto de conformar una «comunidad de personas que escuchan con atención». En La transparencia del mal Jean Baudrillard advirtió de que «quien vive de lo igual morirá de lo igual», en el marco de la llamada violencia de la positividad. Para el filósofo francés, «la desaparición de la alteridad significa que la época en que vivimos es pobre en negatividad». Una alteridad preocupada por el otro y la otra, resultante del estadio de la convivencia generosa entre las personas alteradas, tocadas por y para los demás, como decía mi querida Dolores Aleixandre.

Lejos de la fatiga de este yo, en su Ensayo sobre el cansancio, Peter Handke lo decía muy bonito hablando del «cansancio del nosotros», porque cuando esa lasitud que nos retorna en accesibles nos invade, ya no estoy «cansado de ti», sino «cansado para ti». No era otra cosa que el saber disfrutar de la facultad de no hacer y aprender a resaborear el cansancio compartido. Lejos de caer o aislarse, el «cansancio que da confianza en el mundo hace que el yo se abra al mundo y se vuelva permeable para él. Restablece la dualidad, que la fatiga solitaria había destruido por completo. Vemos y nos ven. Conmovemos y nos conmueven. Tenemos trato común», asevera Byung-Chul Han.

En la advertencia, para el experto en estudios culturales, el popular Yes, we can atiene a mostrar el carácter de la sociedad del rendimiento, donde «la prohibición, el mandato y la ley son reemplazados por el proyecto, la iniciativa y la motivación. En la sociedad disciplinaria todavía impera el no. Su negatividad genera trastornados y criminales. En cambio, la sociedad del rendimiento genera deprimidos y fracasados». Decía Goethe que el talento se educa en la calma, y el carácter en la tempestad. Como trastorno de este carácter, «el narcisismo es lo opuesto a un acentuado amor a sí mismo». En los actuales tiempos de Narciso, la falta de relación con el otro provoca su ausencia de reconocimiento y una toledana crisis de gratificación, declara Byung-Chul Han.

El filósofo surcoreano también habla sobre el Prometeo extenuado, un mito que ya ha adoptado la estructura psíquica del ser humano contemporáneo: «Prometeo, como sujeto que se explota a sí mismo, lo acometerá una fatiga infinita. Prometeo es el arquetipo de la sociedad del cansancio». En Prometeo, por y para la sanación Franz Kafka decía eso de: «Los dioses se cansaron. Las águilas se cansaron. La herida, de cansancio, se cerró». Es cicatrizar la herida del cansancio, una suave fatiga calmante y lenitiva entendida como esa «sana lasitud que nos sobreviene cuando deponemos cordialmente nuestro ego». El reciente Premio Nobel húngaro László Krasznahorkai ya nos obsequió también con su Melancolía de la resistencia. Necesitados de interludios continuos deberemos saber afrontar, en intimidad y en comunidad, todos nuestros cansancios. Maurice Blanchot afirmó que «el cansancio tiene un gran corazón», y no le faltaba razón.

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