Opinión | El comentario
Liderar la educación del futuro desde Aragón
En el Colegio Británico de Aragón llevamos años convencidos de que la educación del futuro no se improvisa: se diseña y se construye en equipo. Nuestro compromiso no se limita a formar buenos estudiantes, sino a preparar personas capaces de afrontar con éxito su futuro universitario y profesional, con criterio, autonomía y un perfil internacional sólido.
La incorporación de la inteligencia artificial en nuestras aulas –desde la formación del profesorado hasta la tutoría personalizada de los alumnos– está transformando nuestra manera de enseñar y de aprender. Nos permite detectar dificultades antes de que aparezcan, adaptar itinerarios, y, sobre todo, dar a cada estudiante una respuesta educativa única. En el Británico estamos logrando que nuestros estudiantes la integren en su aprendizaje con ética, seguridad y pensamiento crítico. Evolucionamos, no sustituimos.
Además, la IA se alinea perfectamente con las competencias clave que marca la LOMLOE en la Comunidad Autónoma de Aragón.
Aragón puede y debe liderar este salto hacia una educación más humana y más eficaz, donde la innovación no sea un lujo sino una convicción.
Sin embargo, mientras los centros privados sostenemos un esfuerzo constante de inversión e innovación sin recibir ni un solo euro de apoyo público, observamos con preocupación cómo el debate político avanza en sentido contrario: extender los conciertos educativos al Bachillerato. Una decisión que, bajo la apariencia de equidad, puede poner en riesgo precisamente aquello que pretende defender: la libertad de elección y la transparencia en el uso de los fondos públicos.
Los colegios privados no concertados representamos un modelo de sostenibilidad y compromiso con Aragón. Aportamos ahorro al erario público, generamos empleo cualificado y ofrecemos una educación internacional que proyecta nuestra comunidad hacia Europa y el mundo. Lo hacemos sin ayudas, sin subvenciones y, muchas veces, compitiendo en desigualdad de condiciones con centros concertados que ya reciben financiación pública y cobran, además, cuotas obligatorias. Según el último estudio de CICAE (Asociación de Colegios Privados e Independientes de España), el 83 % de los colegios concertados en España cobran cuotas a las familias y en el 69 % de los casos no son voluntarias.
La realidad, por tanto, dista mucho del ideal de gratuidad que se proclama.
El Bachillerato es una etapa no obligatoria, y precisamente por eso debería regirse por principios de libertad y mérito, no de subsidio generalizado. Financiar con dinero público a centros concertados en esta etapa supone aumentar el gasto y reducir la transparencia. En cambio, las ayudas directas a las familias, son una vía más justa, solidaria y eficiente.
Así se garantiza que quien necesite apoyo lo reciba, sin distorsionar la competencia ni desvirtuar el papel de la educación privada independiente.
La educación aragonesa necesita una visión de futuro que premie la excelencia y la libertad, no que las penalice. Si aspiramos a un modelo educativo que forme ciudadanos capaces de innovar, crear y liderar en un mundo complejo, debemos apoyar a quienes, desde la independencia, están construyendo ese futuro sin pedir privilegios, solo equidad.
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