Opinión
El Zaragoza pone en jaque a la nueva Romareda
El destino del equipo condicionará el de la capital aragonesa, el del nuevo estadio, el de sus actuales propietarios, el del Ayuntamiento y la DGA, pero también influirá decisivamente en la ilusión de toda una ciudad

Aficionados zaragocistas, durante el partido del curso pasado entre el conjunto aragonés y el Deportivo en La Romareda / Jaime Galindo
«Aquel que dijo que más vale tener suerte que talento conocía la esencia de la vida… Asusta pensar cuántas cosas se escapan a nuestro control». Este es el comienzo de Match Point, la película de Woody Allen que arranca con una voz en off mientras una pelota de tenis pasa de un lado a otro de la pista por encima de la red hasta que, en uno de los golpes, tropieza con la cinta y queda suspendida en el aire con la incertidumbre de saber en qué campo va a caer finalmente. Es ese instante el que marca la diferencia entre el éxito y el fracaso. La metáfora bien podría aplicarse al Real Zaragoza, con la salvedad de que el equipo aragonés lleva 13 temporadas en Segunda División, una larga travesía en el desierto con 22 entrenadores distintos y afronta un futuro incierto al ocupar la parte más baja de la clasificación en este arranque liguero. La suerte, en verdad, influye, pero nunca es tan determinante.
El Real Zaragoza es más que un símbolo para una ciudad que se encuentra huérfana de alegrías. Su evolución y sus resultados condicionan, no solo el ánimo colectivo sino también la imagen, la proyección de la capital aragonesa y proyectos de envergadura como la nueva Romareda que estará terminada en junio de 2027. Será, sin duda, una infraestructura de primer orden para Zaragoza que la relanzará como ciudad moderna, vanguardista y con proyección nacional e internacional. Pero la pregunta es ¿qué ocurre si esa pelota de tenis no cae en el campo rival? ¿Qué sucede si finalmente el equipo de los amores del zaragocismo cae al pozo de Primera RFEF?
Nadie quiere ponerse en ese escenario y, desde luego, a nadie se le pasa por la cabeza que pueda ocurrir algo así, de ahí la necesidad de empujar todos en la misma dirección y tratar de evitar caer en el desánimo o la apatía porque, desde luego, Zaragoza se juega mucho más que un descenso. La capital aragonesa tiene sobre la mesa el futuro de la Nueva Romareda, un campo de altísimas prestaciones que no está concebido para albergar partidos de Primera RFEF. Por ello, el destino del Real Zaragoza condicionará el de la ciudad, el de su nuevo campo de fútbol, el de sus actuales propietarios, el del Ayuntamiento de la capital y el de la DGA, además de la explotación de los usos comerciales que se diseñarán alrededor del estadio y, por supuesto, influirá decisivamente en la ilusión de toda una ciudad.
El primero que tiene que hacer un profundo examen de conciencia es el club y sus propietarios que han de reforzar su compromiso con un proyecto colectivo
Pero para poner pie en pared y tratar de afrontar un hipotético escenario nada deseable, lo más importante es realizar un diagnóstico de situación a todos los niveles. El primero que tiene que hacer un profundo examen de conciencia es el club y sus propietarios para que la suerte no sea una variable a la que haya que agarrarse. Ese factor no debe entrar en la ecuación porque que entre la pelota en la portería no es solo una cuestión de fortuna. El proyecto hace aguas porque no tiene el ADN que la ciudad requiere. No entender eso es no entender nada. Y esa es la base sobre la que ha de cimentarse el cambio de rumbo necesario e inaplazable.
Además, Zaragoza necesita certezas. Y la primera de ellas es conocer cuál es el grado de implicación de los propietarios del club con la ciudad, con la nueva Romareda y con un proyecto colectivo en el que no han de estar solos, ya que deben contar con el apoyo de todos. Convendría despejar esa variable cuanto antes porque, hoy por hoy, la realidad es que el único pago que ha hecho hasta ahora el Real Zaragoza a la sociedad Nueva Romareda son los seis millones iniciales y está pendiente de desembolsar 10 millones, algo que tendrá que hacer antes de final de año cuando se produzca una ampliación de capital. Esos 10 millones obedecen al incumplimiento del pago previsto en 2024, que era de 6,4 millones. En la otra cara de la moneda están las aportaciones del Ayuntamiento de Zaragoza, que se elevan a 24,5 millones en suelo y otros 6,2 millones en 2024 y 2025, mientras que la DGA ha puesto sobre la mesa 30,5 millones.
Es cierto que el club ha conseguido enjugar gran parte de la deuda que arrastraba en los últimos años y que la gestión económica ha sido positiva durante los últimos años. También que el club tendrá que fichar en el mercado invernal si quiere enderezar el rumbo en este comienzo de temporada, lo que le obligará a aportar recursos para ello. Pero lo concluyente y sustancial es que, más allá del dinero y de que la pelota entre o no en la portería, el club se comprometa con el proyecto de toda una sociedad. Lo demás llegará.
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