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Opinión | Sala de máquinas

USA no quiere reyes

Los norteamericanos comienzan a estar hartos del tipo que los gobierna de una manera errática y caprichosa, como aquellos reyes medievales que gustaban hacer su voluntad, rodearse de obedientes cortes, premiar a sus familiares con encomiendas y tierras, teniendo siempre a mano a la guardia real, al ejército y al verdugo. Es por ello que las pancartas de oposición a Donald Trump en las manifestaciones convocadas este fin de semana se encabezaron en todo el país con el lema No kings. Reyes, no.

Ya desde el mismo instante de su independencia, los orgullosos yanquis pusieron la proa a la monarquía. Tan alejada física y espiritual, aunque no comercialmente, de las colonias, la dinastía de los Windsor se presentaba ante ellos como una fuerza opresora que los gravaba a impuestos. Los colonos victoriosos, con Washington al frente, aprobaron una Constitución sin reyes, basada en el federalismo, la libertad y la dignidad del hombre. Su faro iluminó el tránsito a la edad contemporánea, dejando atrás las rémoras del poder medieval y de las monarquías teocráticas que sobrevivieron al Renacimiento (que fueron unas cuantas).

Trump, lo peor que ha ocupado la Casa Blanca desde Nixon, y tan tramposo como él, o más, pretende obviamente instalar una nueva dinastía. ¿Quién le sucederá? ¿Su yerno, su hija, alguno de sus hijos, su esposa, su vicepresidente, que es como de la familia…? Los Trump aspiran a perpetuarse, a romper el maleficio de los Kennedy (una sola legislatura), de los Clinton (otra), y a perfeccionar el ejemplo de los Bush (quienes colocaron por partida doble al padre y al hijo). A los ocho años de Donald Trump querrían sumar al menos otros tantos, a fin de ir cimentando la permanencia en el poder, tal como han ido haciendo Ortega en Nicaragua, Putin en Rusia o Maduro en Venezuela. Tres ejemplos de escoria moral, violencia institucional y ausencia de escrúpulos que podrían iluminar la estrategia del nuevo aspirante a «rey norteamericano».

Los demócratas norteamericanos tienen la obligación de enfrentarse a la familia Trump con la razón, sobre todo, y con la defensa de la libertad. Virtudes y derechos que en Estados Unidos corren un serio peligro de extinción a manos de una oligarquía con aspiraciones a ser coronada.

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