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Opinión | Sedimentos

Civismo

La calle es mía. Y el mobiliario urbano, jardines, parques, las calzadas... Así, al menos, parecen pensar quienes invaden el espacio público como algo que les pertenece en exclusividad, incompatible con demandas y pretensiones ajenas irrespetuosamente ignoradas.

Las pasadas Fiestas del Pilar han contado con una participación masiva; muchas actividades programadas, bastantes de ellas gratuitas y algunas repartidas con buen criterio por zonas alejadas del centro, lo cual facilita comodidad y satisfacción por parte de un público de perfil muy amplio. También la complicidad meteorológica ha subrayado el notable éxito de estos Pilares, refrendado por un calendario favorable que ha animado las visitas incluso desde muy lejos. Pero, ineludiblemente, tampoco ha faltado una nota negativa ya habitual: la ingente acumulación de basuras y rastros de juergas vandálicas, esparcidos en un desorden caótico.

Aunque semejante burundanga es más visible en tales ocasiones festivas, por desgracia, el incivismo menudea a lo largo de todo el año, con diversas facetas bien conocidas: desde el aparcamiento indebido, bloqueando accesos incluso de seguridad, a la multiplicación de sillas y mesas sobre la la acera, con o sin licencia; del ruido insoportable para enfermos y ancianos o para quienes simplemente necesitan silencio, a los excrementos sin recoger de mascotas que, además, pululan en completa y descontrolada libertad, despreciando la normativa vigente (sin aplicación real). Vehículos de movilidad personal con vocación de bólido, pelotas asimiladas a obuses y cualesquiera otras formas de peligrosidad pública, cuyo riesgo se desvanecería en la medida en que quienes las promueven llegasen a manifestar el exigible respeto hacia sus semejantes.

En fin, nada nuevo bajo el sol, que proyecta las sombras acostumbradas sobre calles y viandantes.

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