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Opinión | Cierzera

Premio Planeta ¿ficticio?

El galardón literario mejor dotado del mundo ha cambiado el criterio de valoración para darle un enfoque «más comercial»

Hace ya unos años, concretamente desde que empecé a escribir «en serio», algo que verbalizo en las presentaciones de mis novelas es que no seré yo quien critique con más o menos vehemencia el contenido, la trama, la historia contada por un libro. Me gustará o no, pero el trabajo de documentación que requiere cualquier narración, además de la dosis de creatividad para introducir elementos ficticios combinados con la realidad, crear los personajes, hilar un relato, y en definitiva cumplir con la misión de informar, entretener, emocionar... dependiendo del género, merece todo mi respeto. Reconozco que hay quien nace con estrella, y hay quien la busca (ante el riesgo de no encontrarla nunca), teniendo la oportunidad de publicar con grandes editoriales, algo que supongo que facilita esa repercusión pública sin necesidad de rondar haciendo presentaciones o asistiendo a clubes de lectura para promocionar tu obra. Aunque en realidad esta es una de las partes más divertidas que ningún escritor debería perderse, porque el contacto con los lectores es lo que realmente provoca que quieras seguir creando historias que generen emociones insospechadas, aunque en muchos de esos encuentros la asistencia sea escasa.

Como el tiempo, es uno de los elementos más democráticos que hay (para todos es el mismo), intento elegir escrupulosamente en qué lo invierto, y la lectura es un momento fundamental en mi día a día. Pero lejos de dejar al azar la elección, me gusta dar la oportunidad a autores y autoras desconocidos, muchos de la tierra, que apuestan por pequeñas editoriales, a las que les cuesta la vida competir con las grandes y la verdad es que, de momento, he ido acertando porque descubres maravillas merecedoras de «premio Planeta». Y eso que, desde que lo reciben personajes públicos y mediáticos, no está exento de polémica. No voy a entrar en ello, consciente de que el galardón literario mejor dotado del mundo en el ámbito de la literatura en español, con un millón de euros, otorgado en su momento a personas de la talla de Ana María Matute o Mario Vargas Llosa, quizá ha cambiado el criterio de valoración para darle un enfoque «más comercial». Tanto es así que ya hay quienes lo califican de ficticio. 

Mi opinión al respecto es lo de menos. Leí Las hijas de la criada de Sonsoles Ónega y me gustó, no diré que me trasladó al éxtasis de la emoción, pero... me gustó. No he leído el premiado de esta edición, así que sería muy osado por mi parte pronunciarme, consciente de los recelos que genera el propio autor con sus opiniones públicas, que no pasan precisamente desapercibidas. Aunque creo que la cuestión más sospechosa y que está dando tanto juego en redes es que ambos dos (lo últimos premiados) son empleados de la casa... no sé si es ético, pero desde luego no parece muy estético.

Mi intención no es echar por tierra la labor del jurado, ni desprestigiar con mis palabras a los autores, sus obras, ni por supuesto el galardón. Prefiero centrarme en todos aquellos que, sin horario ni calendario, sin plazos de entrega ni presiones comerciales, más o menos desconocidos, vamos tecleando por el placer de hacerlo, compaginándolo con nuestros «quehaceres diarios». Incluso se da la circunstancia que nos encanta socializar esa soledad del escritor cuasi-anónimo en encuentros y festivales, en los que compartimos inquietudes y también esas dificultades en este bonito intento de dedicarte a escribir.

Por eso, hoy no pretendo sumarme al malestar generado por la distinción otorgada en el último premio Planeta, sino que prefiero poner en valor esa otra parte menos conocida, la de quienes se esfuerzan por organizar eventos a nivel local, desde ayuntamientos de pequeños municipios con presupuestos limitados, como el de Villanúa, con su Festival Villanoir, el encuentro Pirenaico de Género Negro por excelencia, en el que tuve el placer de participar el pasado 11 de octubre, además de disfrutar de un entorno precioso. Pero lo mejor de todo, es que este tipo de iniciativas, contribuyen a la democratización de la cultura.

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