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Opinión | La comedia humana

Miles de dioses cesantes por la IA

Parece que los ultra ricos no quieren morirse, que para eso ellos se acaudalaron y nosotros no, algo querrá decir eso; o igual nacieron así, lo mismo da. Hasta ahora, el gorigori era la forma más radical de democracia igualitaria: pasado algo menos de un siglo, todos calvos, que como decía el vate, «… así que no hay cosa fuerte/ que a papas y emperadores/ y prelados/ así les trata la muerte/ como a los pobres pastores/ de ganado».

Pero alto ahí, que han venido la ciencia y la tecnología con sus IAs a solucionar el sofoco postrero. El envejecimiento puede ser invertido; empezaremos (empezarán, ellos, o sea) por alargar la vida hasta los ciento cincuenta años, eso para empezar, y enseguida ya, tachan, la vida eterna; conque al parecer, los señores medievales que manejan las grandes corporaciones, que tienen tanto o más poderes que los propios gobiernos, andan acuciando a los sabios a sueldo para que saquen el elixir o la pastilla antes de que les llegue la hora de todos.

Les jodería mucho ser la última generación de mortales y que sea la siguiente la que se queda aquí para muestra por los siglos de los siglos, así que se matan en el gimnasio o se buscan alimentos translúcidos, que desgasten menos los órganos internos, a ver si así aguantan hasta que se descubra el famoso elixir de la eterna juventud, el remedio inmortal.

La vida es corta, seguro que hay alguna canción que lo dice, pero lo cierto es que es preferible a lo otro, que es nada; o sea que suele dar mucho coraje dejarla, así que la humanidad ha inventado dioses y paraísos y demás resorts para pasar el trago del trance final, y como la fe es gratis, cada uno se consuela como puede, sabe, o le explican en el colegio concertado. La cosa es imaginar la juerga de la vida eterna que se factura bajo el amparo de alguna de las miles de religiones que existen, (dios arriba dios abajo), con sus correspondientes negocios y clerigallas terrenales para el mientras tanto. Y los que no se apunten a estas congregaciones siempre pueden acogerse al penúltimo ovni que haya pasado por el barrio, que sobran charlatanes que los tienen contabilizados.

Menos mal que nosotros tenemos al único dios verdadero, (que además vale por tres, porque es uno y trino; toma márquetin) que nos aprieta los lunes pero nos perdona el sábado para empezar la nueva semana con el alma lavá y recién planchá. A ver qué dios da más facilidades, y sólo a cambio de una hostia semanal.

Pues en fin, parece que enseguida no va a hacer falta dios ni cielo alguno, que de dios eterno harán ya ellos y el cielo se lo fabricarán aquí y para siempre. Y el infierno, en Gaza, por ejemplo, ya nos lo han dado a conocer y nos lo han puesto de ejemplo para aviso de navegantes.

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