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Opinión

Don Dinero

Una de las mejores maneras de empezar el día consiste en acudir al programa Despierta Aragón de Javier de Sola en Aragón Radio, para comentar las noticias de actualidad. Al estar dicho programa muy profesional y amenamente dirigido, los contertulios nos sentimos libres, surgiendo interesantes análisis y debates, y chispazos de humor.

Una de las secciones fijas del programa es La canción, a elegir alternativamente entre los tertulianos. La otra mañana me tocaba y sugerí, en la voz de Paco Ibáñez, pinchar para los oyentes Poderoso caballero es don Dinero. Aquella genial letrilla de Quevedo que, entre otros versos, refiriéndose al vil metal, rezaba: «Nace en las Indias honrado/ donde el mundo le acompaña/ viene a morir en España/ y es en Génova enterrado...».

¿Acaso, escuchen, fue Quevedo un visionario? Si me lo pregunto es porque, además de aquella república genovesa de nuestro Siglo de Oro, rival por entonces de nuestras ciudades y reinos, ¿no perviven hoy otras «Génovas»? ¿No florecen otros «ferraces» huertos donde criar «lechugas» al calor de «soles» artificiales mientras el «ganado» pace y los «compis» se atiborran de «chistorras»?

Sí, claro... Al calor del oro, de ese poderoso caballero, din-don, din-don, que es Don Dinero, la corrupción sigue tan instalada en nuestra corte como en la de los Austrias menores cuando la denunciaba Quevedo. Manos sucias, con las siglas enguantadas, cobran el crudo procedente del gran negocio (antaño la plata de Indias), el bocado gordo a la corporación, el «impuesto» a la multinacional; pero también hay «garbanceo», «menudeo»: el plato de lentejas con que senadores y diputados almuerzan en sus sedes, descubriendo bajo las servilletas el anónimo sobre con un misterioso dinerito que no habrá que declarar, tan solo gastar a modo de compensación por tanto y tan mal pagado servicio a la patria. Siendo de asombrar cómo esos «padres» regiamente asalariados por las Cámaras, hinchados de dietas y servicios, se dejan «ensobrar» por un Bárcenas, por un Cerdán, comprar, corromper, pagando en B esa copa, ese viaje o capricho que los relaja de gobernar o legislar, mejorando su ánimo y disposición de cara al público.

Quevedo, en esta España de apesebrados y ensobrados gobernantes, tan de buen comer y callar cuando hay magro, habría compuesto letrillas aún más hirientes. Inspiración no le habría faltado. Y motivos, tras comprobar que el poder de Don Dinero, en manos de Correa o Koldo, es casi divino, todavía menos.

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