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Opinión

¿Y si les gusta?

El esperpéntico espectáculo que han montado en Sharm el Sheij (Egipto), a la mayor gloria de Donald Trump, diciendo que era la firma de un tratado de paz cuando no lo es, como mucho un simple alto el fuego, me ha llevado a escribir este artículo. El nacimiento de los EEUU tiene su origen en la guerra de independencia de los colonos ingleses contra el imperio en el que Jorge III era el monarca. Es en la constitución de septiembre de 1787, que entró en vigor el primero de enero de 1789, donde se concretan las reglas de gobierno de la nueva república federal.

Dado el momento previo, de guerra, donde el mando militar tiene tanta importancia, los poderes que se otorgan al presidente son de mucho peso. Además del gobierno, dependiendo directamente de él, también hay parlamento y tribunales, pero el foco principal se sitúa en el líder. Es el jefe del Estado y comandante supremo de los ejércitos, además de mando de las milicias de los estados cuando se les llame «al servicio activo de los Estados Unidos», art. 2, segunda sección, apartado primero. Con el consejo y consentimiento del Senado nombrará a los magistrados del Tribunal Supremo. Por no ser exhaustivo, terminaré estas citas recordando que el vicepresidente, que es elegido junto a él, es el presidente del Senado.

Si comparamos esta constitución con las europeas, dejando de lado la británica, hay una diferencia muy importante. Por aquí podemos reformarla parcialmente, pero también cambiarla al completo. Ellos no lo hacen así, solo van incorporando textos, que llaman enmiendas, sin derogar el resto, no la han cambiado completa nunca. De las veintisiete enmiendas que llevan incorporadas hasta la fecha, la última es de 1992, voy a citar una que afecta al tema que nos preocupa, la deriva autoritaria, y es la 22, que entró en vigor en 1951 y que prohíbe a un presidente estar en el cargo más de dos legislaturas. Esta enmienda se incorporó tras las cuatro elecciones consecutivas en las que venció Franklin D. Roosevelt. De no haberse hecho esta modificación, Donald Trump, podría intentar ser reelegido más veces.

Que a este presidente le gusta el autoritarismo y que lo ejerce creo que es obvio. Varios jueces han tumbado órdenes ejecutivas de presidencia por no ajustarse a las leyes, por saltarse a la torera las normas aplicables en esos casos, por ejercer de forma autoritaria. Esta forma de proceder, tan personalista y sin respetar los procedimientos, debería escandalizar a los estadounidenses e invitarles a ir expresando en encuestas un cierto rechazo. Les invito a releer su discurso en la asamblea general de la ONU y a ver cualquiera de los espectáculos que protagoniza a diario.

Desde Europa vemos la política estadounidense de una forma que me atrevería a calificar de desenfocada. Tendemos a comparar sus instituciones con las nuestras y a ver su política como si fuese la de un país similar a los nuestros. Y no es así. Creo que no entendemos lo que allí ocurre. Un presidente, como he escrito más arriba, tiene un enorme poder y el que haya habido muchos, la mayoría, que lo hayan ejercido de forma sensata, nos ha llevado a no fijarnos en exceso en ellos ni en su sistema político. Sus partidos no tienen semejanza alguna con los democráticos en Canadá, Australia o Alemania, por poner solo tres ejemplos.

En la prensa se les suele denominar como aparatos electorales, y creo que es una forma muy exacta de decirlo. Solo se activan cuando hay elecciones, en los tres niveles, eso sí es como aquí, locales, estatales o presidenciales. La maquinaria que se pone en marcha es muy potente y hay que pagarla. Nosotros tenemos afiliados a los partidos, con sus cuotas, que no es la parte del león de la financiación, pero aportan fondos. Aquí hay subvenciones públicas, atendiendo a los resultados, lo que allí no ocurre. Toda la financiación es privada, lo que para algunas personas es magnífico, pero otros creemos que es un grave error. Si un candidato, insisto, en los tres niveles, tiene que buscarse los dineros, alguien se los da, y no sé si deberíamos pensar que de forma altruista.

Dentro de poco se cumplirá un año desde la elección del actual presidente y quedará un año para las elecciones al Senado y a la Cámara de Representantes, lo que llaman de medio mandato, cierto, se hacen a los dos años y cuando quedan otros dos para la siguiente elección presidencial. El resultado de estas elecciones parlamentarias, parciales, suele ser estudiado con mucha atención. Nos dicen los analistas que indican una tendencia a tener en cuenta para las siguientes presidenciales.

Se trata de ver si los votantes están conformes con la gestión y eso podría indicar que en las próximas podrían seguir votando a los mismos, no a Trump, no puede presentarse, pero sí a los suyos, los republicanos. Desde Europa, a la que desprecia tanto, salvo ciertos forofos de ultraderecha, una mayoría podríamos pensar que los dislates de este presidente deberían llevar a los votantes de EEUU a dar una sonora derrota a los republicanos. Vuelvo a la pregunta del título: ¿y si les está gustando lo que hace? A mí me da pavor pensarlo, pero no lo descarto.

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