Opinión
Azcón, una intrusa en palacio y la alcaldesa elegante
Las formas de estar en política son importantes y marcan un estilo. Por supuesto no hablo de elegancia sino de saber estar. El presidente del Gobierno de Aragón, Jorge Azcón, gana puntos cuando sabe estar y cumplir la ley por encima de su militancia política. Por ejemplo, cuando dijo hace unos días que en la comunidad se va a cumplir la ley relativa a crear el registro de médicos objetores al aborto, desmarcándose de su colega Díaz Ayuso y sus frases publicitarias: «En Madrid no se creará una lista negra de médicos».
Sin embargo, Aragón ya ha dado la orden para crear el registro de profesionales sanitarios objetores al aborto, tal y como ha requerido en los últimos días el Ministerio de Sanidad y el Gobierno de España. Un paso a favor de las mujeres y su derecho al aborto seguro, legal y gratuito. El estilo personal y educado de Azcón se mostró también cuando acudió al funeral del expresidente Javier Lambán, o cuando antes estuvo en la presentación de su libro. Se llevaban bien, se respetan como personas, aunque fueran rivales políticos.
Es un tipo que goza con la política y se desenvuelve a gusto en los escenarios. Incluida las Cortes de Aragón, donde la tensión con Vox se hace insostenible. Esta misma semana no solo calificó de «intolerables» las manifestaciones del asesor de la ultraderecha sino que anunció la ruptura de relaciones con el partido de Abascal hasta que el asesor no fuera cesado. El energúmeno en cuestión se dedica a difundir y publicar mensajes racistas y fascistas en las redes sociales. Este pajarito ha sido cesado.
Lamentablemente la que sigue en su puesto es la increíble Marta Fernández, presidenta de las Cortes de Aragón y militante de Vox. Ella es el peaje que tiene que pagar el PP para estar en el poder. Esta señora solo es noticia por hacer política desde su cargo de representación de todos los aragoneses. Es una mujer que no está a la altura de su puesto y de las circunstancias. Su última actuación cobarde fue ausentarse de su puesto durante el minuto de silencio que se guardó en el hemiciclo por las víctimas de Gaza y Hamás. Cuando volvió a su puesto de trabajo, por si no había quedado claro, negó el genocidio de Israel y acusó a la izquierda de distorsionar la realidad.
Solo hay que mirarla de frente o de lado, da igual, para saber que es una mala persona, además de sumamente ignorante. No da la talla y constituye un sarcasmo mantenerla en la presidencia del Parlamento. Uno de sus primeros gestos de hostilidad y mala educación la retrató ante las cámaras cuando negó el saludo de bienvenida a las puertas de la Aljafería a la entonces ministra de Igualdad, Irene Montero.
Y, fiel a su estilo, posteriormente declaró a la prensa que la ministra «sólo sabe arrodillarse para medrar». Conocidas también son sus opiniones en contra de la lucha feminista o negando el cambio climático. Cuando fue nombrada presidenta de las Cortes le forzaron a borrar su perfil de las redes sociales y las barbaridades que escribía a diario al dictado de Vox. A este trágala impuesto no se rebeló. La censura a su pensamiento político y social la aceptó sin rechistar. Le esperaba un sueldo millonario y un escenario que no merece. Una intrusa en palacio.
Y en la corte de las maravillas nos queda la princesa de las sonrisas, Natalia Chueca, alcaldesa de Zaragoza, que en el día grande de las fiestas del Pilar perdió los papeles y se le heló la sonrisa en el balcón mientras escuchaba el magnífico pregón de la directora de cine Paula Ortiz, a la que calificó de «poco elegante». El reivindicativo pregón de la cineasta no le sentó bien a la alcaldesa, acostumbrada a que todo sean flores y parabienes en su mundo de fantasía.
Las críticas de la cineasta por la falta de médicos, profesores, aceras, y casas de juventud le parecieron inoportunas y poco elegantes para la ocasión festiva. Aunque la respuesta posterior de Paula Ortiz fue contundente: «Podían haber expuesto elegantemente sus reservas cuando dos días antes tenían el discurso. Recriminar, afear el discurso de alguien invitado al balcón es impropio de una alcaldesa democrática y de una buena anfitriona». La falta de elegancia la tuvo ella al evitar salir en la foto junto a los representantes de la Casa Palestina, elegidos Hijos Predilectos por el ayuntamiento.
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