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Opinión | Una mirada al frente

El ahorro: cimiento de una virtud desde la infancia

El próximo 31 de octubre se celebrará el día mundial del ahorro, una fecha conmemorativa de todos los que hemos trabajado en el sector financiero y, más concretamente, en el sector de las Cajas de Ahorro. En un mundo dominado por el consumo inmediato y la gratificación instantánea, enseñar a posponer el deseo y a valorar el esfuerzo, debe convertirse en un acto de resistencia pedagógica esencial.

Recuerdo la hucha que me regaló mi padre, era metálica, pequeña y disponía un mecanismo de apertura con una combinación. Allí introducía algunas monedas, sólo monedas, creo que nunca llegó a haber ningún billete. Eran otros tiempos, cuando el dinero era más bien escaso y algunos domingos, no todos, mi madre nos daba la propina.

El hábito de guardar una parte de lo que se recibe no es solo una lección de economía doméstica, sino la base para desarrollar una serie de valores que te modelan como ciudadano y te ayudan a ser más responsable, previsor y, en última instancia, más libre.

Cuando logré que la hucha sonara mucho, mis padres me abrieron una libreta infantil donde depositaron esos primeros ahorros. Con paciencia y constancia los ahorros fueron incrementando y esa disciplina aprendida la extrapolé a otros ámbitos de mi vida. Es una forma de comprender el valor real del dinero, no como un recurso infinito, sino como la recompensa de un esfuerzo.

Enseñar a ahorrar a nuestros niños es dotarlos de una habilidad que va mucho más allá de la gestión de una simple cuenta bancaria. Es darles una brújula moral para la vida adulta: la capacidad de planificar, de resistir la tentación del instante, de valorar el esfuerzo y de construir su propia independencia financiera. Es la virtud de la libertad de elección en el futuro.

Coincidiendo con el 31 de octubre, la Fundación Caja Inmaculada conmemorará su 120 aniversario. La CAI, también formó parte de mi vida laboral, y continúa siéndolo ahora desde otro ámbito, desde la Fundación, intentando afrontar los nuevos retos sociales que se presentan en Aragón, manteniendo un compromiso para que nuestra sociedad sea más justa y solidaria, con vistas a un mejor bienestar colectivo.

Alguien podría pensar que todo esto comenzó con una simple hucha, pero, hay que ir más lejos, el 1 de mayo de 1905, con dos trabajadores, abrió sus puertas la primera oficina de la Caja Obrera de Ahorros y Préstamos de la Inmaculada. El esfuerzo de los trabajadores que pasaron por ella y del ahorro de muchas generaciones de depositantes contribuyó a ese bienestar colectivo. El presente y el futuro, ahora, es de la Fundación CAI.

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