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Opinión

Zaragoza

El espectáculo no debe continuar

El escándalo de los cribados en Andalucía es cada vez más conocido por el ciudadano de a pie de otras comunidades gracias a episodios como el protagonizado por los gobiernos autonómicos del PP plantando a la ministra de Sanidad

Consejeros de Sanidad del PP tras abandonar el consejo interterritorial de Sanidad celebrado en Zaragoza esta semana.

Consejeros de Sanidad del PP tras abandonar el consejo interterritorial de Sanidad celebrado en Zaragoza esta semana. / Javier Belver

No hay mal que por bien no venga. Con cada espectáculo dantesco que se monta entre los gobiernos autonómicos del PP y el Gobierno central creo que el ciudadano de a pie se va enterando un poquito mejor de los asuntos que les llevan por ese camino. Y así como otras veces parece un simple 'pim, pam, pum' por cualquier excusa, en esta ocasión es de una gravedad extrema que ya veremos cómo termina, porque pinta muy mal para el Gobierno de Juan Manuel Moreno Bonilla en Andalucía a propósito del escándalo de los cribados de cáncer y las mamografías supuestamente borradas. Lleva camino de convertirse en el nuevo Mazón de este nuevo PP de Feijóo, ese con el que nadie quiere salir en las fotos porque el escándalo le acompaña.

Gracias a que ya se haya perdido el respeto hasta al significado de levantarse de una mesa de diálogo entre comunidades para plantar a la ministra Mónica García, que ya todo vale para amplificar el ruido incluso con algo tan delicado como es la salud de las personas, en Aragón y el resto de comunidades vamos tomando más conciencia de la gravedad de lo que allí ha ocurrido. Que ya se ha cobrado una responsable, la ya exconsejera de Sanidad andaluza, Rocío Hernández Soto, que dimitió este mes mientras siguen aumentando los casos detectados de afectadas por este auténtico escándalo.

Porque eso es lo que a nadie se le debería escapar de todo este asunto, que ahora parece que solo genera tensión que el Gobierno central exija los datos a las comunidades autónomas y estas se nieguen por la plataforma que se les ofrece para ello, que se juegue con si ellas pueden ocultar esos datos sin que nadie les obligue a mostrarlos, buen ejemplo de transparencia, o que el Gobierno apunte a medidas legales para forzarles a serlo. El debate no puede ser la intencionalidad de la ministra, de si le mueve el sectarismo o el interés partidista. No seamos ingenuos, a estas alturas a todos les mueve eso. Pero ese no es el debate, sino atajar este escándalo de raíz, abrir las puertas de par en par a la información y corregir cualquier gestión imprudente y temeraria. Porque esos cribados salvan vidas, y no es un eslogan sino una máxima que todos ellos deberían grabarse a fuego. Porque estos errores pueden costar vidas y, si es así, ojalá caiga sobre ellos todo el peso de la ley.

Me sorprende ver en esa protesta conjunta a comunidades como Aragón donde en apariencia esos cribados se cumplen escrupulosamente, que no tendría nada que esconder y genera suspicacia sin necesidad. Luz y taquígrafos para asuntos como este, por favor. Porque las únicas víctimas son esas más de 2.300 mujeres. Y no todo sirve para hacer espectáculos como el de esta semana en Zaragoza.

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