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Opinión | CON SENTIDO/SIN SENTIDO

Charlatanes

¿Qué época es esta en la que florecen tantos charlatanes y, además, están empoderados? Hace años los conspiranoicos o los ignorantes predicadores de ideas peregrinas y extravagantes eran pocos y la gente sensata -todavía marcaba pauta- los ponía en cuarentena. Abundantes hoy, dan rienda suelta a estupideces a las que muchos dan pábulo en la vida real y virtual. Este fin de semana he tenido dos encuentros relevantes con esta especie en peligro de expansión. El primero con una señora que estuvo intentando demostrarme, entre copa y copa en una celebración, que La Tierra era plana y que la ley de gravedad lo refrendaba; al principio pensé que era consecuencia del alcohol, pero tras unos intentos de contrarréplica, advocando precisamente a Newton y a múltiples evidencias científicas, me di por vencido ante su empecinamiento.

Luego siguió alertándome de los peligros que nos acechaban con los manidos argumentos antivacunas o sobre las trazas de aviones; pero su originalidad paranoica llegó al culmen cuando afirmó que tipos tan «cabales» como Orban -a quien había votado- y Trump se estaban comportando ahora satánicamente porque, según ella, ya no eran ellos, sino unos avatares. Cansado de tanta pirotecnia para explicar el Apocalipsis, me despedí a la francesa. Dos días después, en una conferencia que tuve que impartir en un entrañable pueblo de la Celtiberia, me presentaron a un zahorí que afirmaba que los celtíberos eran iberos y que tenían muchísimas ciudades -él las había descubierto- todas ellas con innumerables galerías subterráneas de las que los arqueólogos y demás «ignorantes» no se habían percatado.

Cada vez más me topo con gentes, supuestamente formadas y cultas, que deslizan ocurrencias sobre las fuerzas extrañas que manejan el mundo, y entre ellos aumentan los que achacan a la IA esa manipulación. Son síntomas, sin duda, de un tiempo enfermo que está arrumbando los pilares más o menos sólidos en los que se sustentaba la civilización occidental: ciencia, modernidad ilustrada, democracia liberal, libertad de comercio, instituciones de arbitrio y solidaridad internacionales, etc.

Los charlatanes han tomado el poder en la cúspide y lo más grave es que son legión quienes les siguen (y votan) en ese proceso de intoxicación y derribo del orden ilustrado. El triunfo de los Trump, Milei, Orban, Netanyahu, Abascal o Ayuso empodera a esos sujetos anónimos que se manifiestan de manera empecinada e intransigente, poseedores de una verdad de filfa que, por eso mismo, necesita gritarse: ¡Viva el despotismo desilustrado!

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