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Opinión | EN EL PUNTO DE MIRA

La piel fina

Vivimos tiempos muy acelerados, tanto que las polémicas duran menos que un caramelo a la puerta de un colegio. Vamos a caballo de una a otra, perdiendo el aliento, como si de una carrera se tratase. El proceso es siempre el mismo: se monta el escándalo, el ofendido se rasga las vestiduras, el asunto se hace viral por unos momentos o algunas horas, y a otra cosa mariposa.

Es la lógica del momento, atraer la atención con cuestiones superficiales, facilonas, incluso chabacanas, ocupar un espacio mediático para no reflexionar sobre lo que realmente nos afecta y crear una nube de humo para tapar las vergüenzas. Esto, que es habitual en la política, también ocurre en el mundo de la empresa, del deporte, de los medios de comunicación, de la cultura, de la ciencia..., es ley de vida.

Todo ello viene a cuento de la polémica surgida con el pregón de las fiestas del Pilar protagonizado por Paula Ortiz, Pilar Palomero, Javier Macipe y la alcaldesa. Un pregón vibrante, reivindicativo, alegre, fiestero, donde como otros muchos años se llamó a la alegría y al disfrute de estos días, sin olvidar algunos de los problemas que nos afectan a todos como zaragozanos.

Me llamó mucho la atención la respuesta de la alcaldesa y su sobreactuación buscando polémica. «Es poco elegante, por derivarse hacia temas reivindicativos». Su resquemor por haber denunciado problemas que son de sobras conocidos con la sanidad, la educación, los servicios sociales, el estado de nuestras calles, la desatención a nuestros jóvenes con el cierre de las casas de juventud, la transformación de los puntos violeta en las fiestas, o la denuncia del genocidio en Gaza, no procedía. Cómo se nota que nuestra regidora municipal no escuchó el pregón de José Antonio Labordeta en 2009, o el de Bigas Luna, Coronas, Antonio Mingote, Kase. O, Amaral o Antonio Saura, entre otros.

En los 47 pregones ha habido de todo: reivindicaciones, denuncias políticas de alto voltaje, sarcasmos anticlericales, exaltaciones religiosas hacia la patrona, alabanzas hacia el alcalde de turno y también abucheos, muchos y sonoros, como el recibido por el alcalde Atarés en 2000, por el trasvase, o el recibido por Pedro Santisteve en 2017, no se sabe muy bien por qué.

Presiento que el equipo de gobierno, y sobre todo la alcaldesa, tienen la piel muy fina. Les cuesta asumir cualquier crítica y matan moscas a cañonazos y polémicas ridículas cuando se trata de debatir temas que nos afectan y vemos todos los días. Las fotos, los eventos de impacto y la imagen de fiesta permanente, no suplen la gestión municipal. El autobombo tiene los pasos muy cortos. La adulación y el seguidismo son malos consejeros para gestionar una ciudad como la nuestra, con muchas deficiencias en movilidad, atención a los mayores, cuidado de calles y limpieza de aceras, cuidado de jardines, obras eternas y promesas que pasan más rápidas que el agua del Ebro.

Una capital que dejó de tener un proyecto de ciudad el mismo día que terminó la Exposición de 2008. Vamos dando tumbos en proyectos sin un eje conductor claro, sin perspectiva estratégica que nos permita estar a la altura de urbes como la nuestra. Si se trata de hacer frente a las dificultades de acceder a una vivienda, abrazan las propuestas de los constructores y, tras más de diez años de olvido buscan solucionarlo en Arcosur vendiendo unas viviendas para dentro de cuatro años.

Eso sí, sin solucionar la movilidad ni los servicios que precisan sus habitantes. Salvo que el fiasco del nuevo estadio de fútbol sea la gran estrella para presentar en la próxima cita electoral, veo un tiempo perdido, una ciudad sin pulso y un equipo de gobierno encadenado a Vox.

Decía Juan de Mairena, el personaje creado por Antonio Machado, «que el paleto perfecto es el que nunca se asombra de nada, ni aun de su propia estupidez».

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