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Opinión

La magia de Huesca

El emblemático lugar de San Juan de la Peña, con sus dos monasterios ubicados en un maravilloso espacio natural protegido, acentúa su atractivo y sus opciones para atraer visitantes tras la reapertura de la Hospedería, después de siete largos años inhabilitada. San Juan de la Peña, cuna del Reino de Aragón, Panteón Real donde muchos de sus reyes fueron inhumados y sede del Santo Grial durante más de tres siglos, ha sufrido a lo largo de su historia graves desastres, como el devastador incendio de 1675, que dio lugar a la construcción del Monasterio Nuevo, recinto actual de la Hospedería y del Centro de Interpretación.

No parece viable que el Santo Grial sea restituido a su primigenia morada, pero que la Hospedería reanude sus servicios es una gran noticia en cuanto a su capacidad como anfitriona de peregrinos y transeúntes. El Alto Aragón es hoy, con toda justicia, muy renombrado allende nuestras fronteras sobre todo como espacio de aventura en multitud de sus diversas modalidades, todas ellas de gran auge. No solo los vecinos galos, pioneros en descubrir y divulgar el potencial de la Magia de Huesca, sino desde enclaves muy alejados de Aragón, llegan numerosos amantes de la naturaleza, dispuestos a zambullirse en un fascinante entorno, que aspiran a descubrir, sea desde el cielo o inmersos en profundos barrancos, mientras se ejercitan en sus prácticas deportivas favoritas.

Pero es esencial que montañeros, parapentistas, barranquistas, piragüistas, senderistas o simples turistas... retornen a su procedencia sin dejar huella de su paso, pues basuras y vestigios degradantes constituyen penosas servidumbres de la masificación. Sería muy lamentable que un potencial realmente mágico se transformase merced a la desidia en un encantamiento maléfico, aciago destino que mediante una cuidada planificación es factible eludir.

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