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Opinión | editorial

La sangría electoral de Junts

Dos años y dos meses después de haber apoyado la investidura de Pedro Sánchez, Carles Puigdemont ha optado por romper todos los lazos con el PSOE. ¿Qué ha cambiado desde aquel verano de 2023? El líder de Junts pretende que busquemos las razones de este brusco giro de guion fuera de Cataluña. Si fuera así, no se justificarían las 19 reuniones celebradas con los socialistas en Suiza. ¿Por qué no haber roto antes, si la lista de los incumplimientos de Sánchez es tan dilatada como pretende Puigdemont? En el debe y el haber del diálogo entre las dos fuerzas políticas hay de todo. Pero hay, sobre todo, una ley de amnistía que estuvo en el origen del pacto de investidura. Una ley cuyos límites personales para Puigdemont no dependen de Pedro Sánchez, sino del Tribunal Supremo. Hay oficialidad del catalán en los debates parlamentarios y la posibilidad de pelear por lo mismo en Bruselas. Hay, ciertamente, políticas sociales que no encajan con el adn de Junts, pero también solución a viejas aspiraciones catalanas como la inversión en Rodalies. Las decisiones de la ruptura no están en Madrid, ni en Suiza. Están, más bien, en Cataluña, donde Junts sufre una hemorragia electoral que Puigdemont intenta detener echando a Sánchez las culpas de que uno de cada tres votantes suyos se incline por Aliança Catalana en los sondeos electorales.

En estos dos años, Junts y Esquerra Republicana consiguieron que se aprobara una ley de amnistía, a pesar de la oposición frontal del Partido Popular, de Vox, de la cúpula judicial e incluso de una parte nada despreciable del electorado socialista. La consecución de esta ley había sido determinante en el apoyo a la investidura de Sánchez. Lo demás era instrumental, por importante que sea el uso oficial del catalán en los debates parlamentarios, el intento de que lo sea también en las instituciones comunitarias, o la solución de otros asuntos pendientes en las relaciones entre Cataluña y el Gobierno de España. Tras las ilegalidades cometidas por los dirigentes independentistas durante el procés y la represión indiscriminada del Gobierno de Mariano Rajoy esta legislatura estaba llamada a ser la de la amnistía. Pretender que tenía que ser la de la soberanía, como dice ahora Puigdemont, no es de recibo.

Solo la amnistía permitió entender el cambio de Puigdemont tras las elecciones de 2023. Conviene recordar que, poco antes, había sostenido que Pedro Sánchez nunca sería presidente con los votos de Junts per Catalunya. «Pagar por adelantado a un tipo al que no le comprarías ni un coche de segunda mano es un deporte de riesgo», llegó a decir. ¿Quién iba a pensar que el resultado de los comicios le daría la llave de la investidura? Así fue, y ante la posibilidad de que Alberto Núñez-Feijóo llegara al poder con los votos de Vox, pocas voces se alzaron entre los independentistas catalanes en contra de su apoyo a Sánchez. Hoy, en cambio, su decisión ha provocado perplejidad entre muchos seguidores. Si el problema no está en Madrid, sino en las localidades de Cataluña donde la sangría de votos hacia Aliança Catalana es más manifiesta, esta no se va a atajar favoreciendo a Núñez Feijóo. Con un gesto, además, que no obliga a Sánchez a convocar elecciones, pese a su extrema debilidad parlamentaria.

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