Saltar al contenido principalSaltar al pie de página

Opinión | El pulso de España

El puñal que clavaron a Aznar antes que a Mazón

El expresidente relata en sus memorias cómo le marcó lo vivido en el funeral de Estado por el 11-M y reproches similares a los oídos el 29-0

José María Aznar, junto a los entonces Reyes de España y el Príncipe Felipe en el funeral por las víctimas del 11-M, en marzo 2004.

José María Aznar, junto a los entonces Reyes de España y el Príncipe Felipe en el funeral por las víctimas del 11-M, en marzo 2004. / EFE

Hay un político español que hace años pasó por una situación similar a la que este miércoles seguramente hizo temblar a Carlos Mazón. Hay un político español que ya supo lo que hiere y cómo marca de por vida que alguien te haga responsable de la muerte de los suyos a gritos y delante de una multitud que escucha en silencio. Hay un político español al que ya señalaron, también en un funeral de Estado, los que lloraban a familiares muertos… en aquel caso no por las derivadas de una catástrofe natural, sino por el atentado yihadista del 11-M en Madrid.

Ese político español es José María Aznar. El 24 de marzo de 2004, trece días después del salvaje ataque terrorista y cuando habían transcurrido diez días de las elecciones en las que los populares perdieron el poder, se celebró en la catedral de La Almudena un homenaje a las víctimas. Difícilmente podrá olvidar aquel solemne evento, por lo que allí ocurrió, ninguno de los asistentes. Tampoco quien firma esta artículo, que se encontraba cubriendo periodísticamente aquel acto en el que estuvieron, además de los Reyes y representantes de varias casas reales europeas, prácticamente la plana mayor de la política nacional de entonces, un buen puñado de mandatarios internacionales y representantes institucionales de todo el mundo.

`Señor Aznar, yo le hago usted responsable de la muerte de mis dos hermanas’. Justo cuando iba a empezar el funeral por las víctimas del 11-M, como un puñal cruel y helado, se me clavaron esas palabras en el corazón, dichas por alguien que se creía con derecho a ello”, relata el propio José María Aznar en el segundo todo de sus memorias, ‘El compromiso del poder’, editado por Planeta.

Aquel fue el grito de un hermano desesperado que rompió el silencio que reinaba en La Almudena. Él, como algunos otros que homenajeaban a sus muertos en la catedral madrileña, veía a Aznar como el presidente que había forzado una imprudente posición ante la guerra de Irak y una nefasta gestión tras los atentados de Atocha. Pero él, Carlos del Río, un ciudadano hasta entonces anónimo que había perdido en los trenes a Nuria y a Marta, decidió gritarle al mundo –la ceremonia se estaba retransmitiendo en directo-, lo que llevaba dentro. Hubo algún grito más de algún padre que achacó algo similar a Aznar por la muerte de su hijo, como se pudo oír en la zona donde estaba la prensa, pero ya sin el silencio que acompañó a ese “puñal cruel y helado” que Carlos lanzó al todavía presidente en funciones y que, como evidencia en sus memorias, no ha logrado olvidar.

Aquello fue en 2004. En octubre de 2025, un tardío funeral sin pátina religiosa por las 229 víctimas de la Dana en Valencia (llegan a 237 si se suman las de Castilla-La Mancha y Andalucía), ha dejado desnortado a un Mazón al que se achaca haber estado desaparecido la jornada de la tragedia, hace un año, cuando debiera haber estado tomando decisiones o avalando las que tomaran otros en su equipo. Sus continuos titubeos y cambios de versiones, forzados por la labor periodística de diarios como Levante, tampoco le ayudan.

El colectivo de víctimas reclamó a Mazón que no estuviera en este funeral, pero el president de la Generalitat que se empeña en seguir siéndolo, optó por dar la cara… y se la partieron. Lo hicieron a base de gritos de “asesino” y otras palabras que, sin duda, debieron ser un “puñal cruel y helado”, como los aplausos –también de la reina Letizia- que recibió Virgina Ortiz no por insultar, sino por espetar ante el presidente valenciano que “el causante de la catástrofe es quien omite su deber”.

Mazón estuvo rodeado, pero solo. Muy solo. En la distancia aparentemente le apoyan su jefe, Alberto Núñez-Feijóo y el líder de Vox, Santiago Abascal, pero ninguno estaba allí para arroparle o tratar de sacarle el “puñal” cuando más dolía. Cuenta Aznar en las memorias citadas que, al término de su funeral de Estado, el del 11-M, se le acercó alguien a decirle que Pasqual Maragall quería decirle unas palabras. “Maragall vino y me dijo: quiero decirte que lo ocurrido aquí es una injusticia muy grave. Yo aprecié esa reacción”. En el libro relata a continuación gestos de otros en el mismo sentido, pese a que era un político cuestionado. Pero estaba de salida…

Que se sepa, insisto, que se sepa o que se viera en las imágenes recogidas por las cámaras, no hubo este miércoles de octubre nadie que se acercara a decirle algo parecido al “apuñalado” Mazón. El president está solo y dice necesitar, un año después de la tragedia, más tiempo para reflexionar.

Tracking Pixel Contents