Saltar al contenido principalSaltar al pie de página

Opinión | DELANTE DE TUS NARICES

Pedro Sánchez y el mundo demediado

En su comparecencia ante la Comisión de Investigación del Senado, Pedro Sánchez habló de la estrategia del espejo. Consiste en acusar al adversario de lo que tú haces. Esto era en sí una acción especular: una muestra más del bucle infinito de nuestra política. Pero ahora tenemos una versión perfeccionada: si lo que reprochas al rival es lo que haces, lo que dices combatir es tu guía de conducta. Una de las estratagemas y maniobras de distracción de la táctica básicamente judicial fue enseñar unas gafas: el objetivo era indicar que la sesión era un teatro y para eso necesitaba un prop; la actuación de varios de sus interlocutores tampoco le vino mal. En un alarde de fiscalización del poder pudimos escuchar una simpática entrevista con la óptica: periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques, etc. A las pocas horas, el Tribunal Supremo pedía que la Audiencia investigara el sistema de pagos del Partido Socialista, tras la asombrosa declaración de quien fue su gerente. El sistema parece diseñado con bastante torpeza si buscaba facilitar el control y transparencia, aunque una interpretación más benévola valoraría que estaba diseñado con habilidad (o al menos desprejuiciada alegría) si el objetivo era facilitar el descontrol y la opacidad. Pero la imagen de un presidente sin y con gafas que no necesitaba se ajusta a este mundo demediado y lleno de simulacros. Al día siguiente de la comparecencia donde Sánchez respondió tantas veces que no recordaba o no le constaba (no recordaba si le habían advertido de las correrías de Ábalos, ni dónde estaba el despacho del gerente del PSOE, ni una relación con Koldo atestiguada en fotos, en Manual de resistencia y afectuosas palabras en redes sociales, ni siquiera si su suegro había contribuido a su campaña de primarias), reivindicaba la importancia de la memoria. La moción de censura instrumental era una idea inaceptable, decía, aunque él había planteado la que le llevó al poder hace siete años en esos mismos términos. Es inadmisible hablar de la familia, salvo de la familia de sus rivales políticos. El líder y sus ministros atacan a periodistas que hacen su trabajo, mientras a su alrededor pululan presuntos chantajistas que se fingen periodistas y periodistas que al parecer participan en el chantaje a personas incómodas para el Gobierno. El presidente también ha atacado los «chiringuitos» universitarios; esta semana hemos sabido que su hija estudia en un centro de los que critica. El gobierno ha perseguido los pagos en metálico, que a su juicio facilitan el fraude. Por un lado, cualquiera podría decir que quizá sabían de lo que hablaban. Por otro, que hay unos estándares que rigen para la gente normal y otros para las organizaciones políticas y para los capitanes que nos conducen hacia el lado bueno de la historia. Cada uno resta importancia a los desastres de la que considera más próxima y luego, si las cosas se complican, lamenta que se extienda la antipolítica: como si la política no contribuyera a ello.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents