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Opinión | CON SENTIDO/SIN SENTIDO

Oda a la cabeza amueblada

Nunca el ser humano había tenido tantos dispositivos tecnológicos para acceder a datos y ampliar su conocimiento, pero ¿esta ventaja nos está haciendo menos ignorantes? Hay muchos indicios para pensar que no es así. De la misma manera que las calculadoras han contribuido a menguar nuestras competencias en cálculo, las bases de datos, navegadores y la IA nos abocan a una confianza casi absoluta en los interfaces para solucionarnos todo. Los docentes lo estamos notando, y no son pocos los que comentan que sus mejores alumnos en la enseñanza superior son los añejos boomers, los de la Universidad de la Experiencia que ahora comparten aula en algunos centros con la generación Z. Parece que la convicción de que todo está en la nube a golpe de clic propicia, en buena medida y con meritorias excepciones, el desinterés y la desidia entre la juventud. Los neurólogos certifican que el conocimiento nace de la sinapsis que genera redes de conexiones neuronales: cuanto más abundantes, sólidas y complejas sean, más competente es un cerebro. Si todo lo confías al «megacerebro» de Internet y a las inteligencias artificiales, no se van articulando esas telarañas neuronales que entretejen el conocimiento. De tal manera que se puede ser muy hábil a la hora de buscar datos sobre, pongamos por caso, la Primera Guerra Mundial, pero no saber explicar sus causas, desarrollo y consecuencias. Parece que el culto a la tecnología fácil del aquí y ahora no propicia los complejos y vastos mapas mentales que caracterizan una mente amueblada. Ésta, sin duda, se enriquece y potencia con esos dispositivos que facilitan el acceso a datos o incluso –gracias a la IA– a determinados protocolos gnoseológicos; pero ninguna tecnología, hasta el momento, puede deparar una cabeza ordenada, fruto del cultivo del conocimiento relacional que se cocina a fuego lento, con paciencia, esfuerzo placentero y perseverancia. Esto tiene que ver también con el espíritu crítico, que fructifica precisamente en aquellas mentes que cultivan esos sofisticados mapas neuronales, lo que les permiten tener una opinión fundada del mundo y de sus acontecimientos y devenires. Una democracia madura lo es por la cooperación activa y representativa de los espíritus críticos, de lo contrario se correría el riesgo de convertirla en una mayoría de ignorancias empoderadas. Vistos los representantes que últimamente resultan elegidos en las urnas en países tecnológicamente avanzados, ¿está el espíritu crítico en retroceso y la ignorancia en expansión?

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