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Opinión | Virando a babor

Ideologías incapacitantes

La política es, entre otras cosas, resolver los problemas de los ciudadanos. Para ello hay que tener la capacidad de ponerse en su lugar, es decir tener empatía y las habilidades necesarias para resolver problemas. Hay una metodología básica que nos ofrecen las ciencias y el pensamiento racional, una manera de hacer que consta de diferentes fases.

Primero analizar, explorar, recoger datos empíricos, informarse. Segundo, con toda esa información elaborar un diagnóstico, es decir jerarquizar los diferentes elementos de la situación problema. Tercero planificar, establecer los objetivos generales y específicos, los recursos personales y materiales necesarios. Cuarto, ejecutar, o sea cumplir lo planificado en tiempo y forma y por último evaluar que consiste en ver la diferencia entre el momento inicial y el de llegada.

Pues bien, hay gente que ostenta cargos públicos que de algo tan elemental no tienen ni idea ni ganas de aprender. Negar el cambio climático sólo se explica desde un fanatismo incapaz de analizar la realidad. No aceptar la violencia de género ni la necesidad de emprender acciones contra ella, como los puntos violeta, es propio de gentes ignorantes con la mente y la vista nublada y de una gran indigencia moral e intelectual. Convierten la migración en un problema sobre el que construir la propia identidad, sembrando odio, creando bulos, propagando racismo, ignorando la realidad (como que las entradas irregulares apenas representan el 6% del total de las entradas de migrantes), estigmatizando incluso a los menores relacionándolos con la delincuencia y ninguneando los numerosos aspectos positivos del fenómeno migratorio para nuestro país que es España.

Fundamentar un programa político, o dos porque los del PP y Vox cada vez se parecen más, en estas tres cuestiones sólo pone en evidencia la incapacidad para pensar, para detectar los problemas de los ciudadanos y por tanto para solucionarlos. Las derechas son cada vez más inútiles, intoxicadas por su propia ideología. Por lo menos si se piensa en el bien de la mayoría. Y, por ejemplo, la Sra. Chueca, tan feliz.

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