Saltar al contenido principalSaltar al pie de página

Opinión | Cierzera

Su propio funeral

Se puede morir en vida, cargando con más de 200 muertos a la espalda y asistiendo, abucheado e insultado, a tu propio entierro

Hoy es mi cumpleaños. Qué paradoja... Tan cerca del «Día de Muertos» y qué ganas de celebrar la vida. Hay quien dice que no le gusta cumplir años, no es mi caso, y eso que saltar el medio siglo da cierto vértigo, porque se es consciente de que, por bien que vaya la cosa, y sobre todo si ya estás touché por cosicas varias, queda menos de lo ya vivido.

Independientemente de creencias, que merecen todo mi respeto aunque no las comparta, sé que alimentan algo tan intangible como la esperanza: en unos casos de llegar a un status superior, más placentero, sin sufrimientos mundanos; en otros, la posibilidad de un reencuentro, que creo poco probable, con quienes nos han ido dejando, porque el dolor de la ausencia, lejos de disminuir, se acrecienta en ese duelo eterno. En mi caso, en esos momentos de nostalgia, lo único que me reconforta es mantener los recuerdos viendo una y otra vez fotografías de momentos que guardé para siempre, y lo que más desasosiego me provoca es no poder evocar sus voces, ese registro sonoro que el paso del tiempo distorsiona. Reconozco cierta envidia de esa fe incondicional, porque pensar en que algo o alguien nos espera más allá de la muerte, ayuda a paliar miedos.

Y eso que, personalmente no tengo miedo a morir, sin embargo... siento pánico si no puedo elegir la forma de morir. Puede parecer una osadía, porque evidentemente nadie decide acostarse para no despertar y tener una muerte feliz (¿dónde hay que firmar? he oído mil veces...), tampoco se puede elegir en la tómbola, el padecimiento de una u otra enfermedad para evitar el dolor físico, aunque afortunadamente, este último está cada vez más controlado con fármacos.  

Supongo que los «expertos» (hoy en día los hay por doquier en casi todas las materias) podrían rebatir mis sensaciones, pero creo que hay dos maneras especialmente angustiosas de dejar este mundo, morir quemado y morir ahogado. Por eso, pienso tantas veces no sólo en lo físico, en esa desesperación por encontrar esa bocanada de aire que no existe, en ese intento baldío por respirar mientras el humo, las llamas, el agua... se aloja en los pulmones sin posibilidad alguna de sobrevivir, sino también en esa conciencia y consciencia de ser engullido por la propia naturaleza contra la que es imposible resistirse.

No me cuesta casi nada pensar en el desconsuelo de los valencianos y valencianas que han perdido así a sus familiares, como consecuencia de la dana que provocó los desbordamientos e inundaciones que arrasaron con todo lo que encontraban a su paso. Más de doscientas vidas truncadas, familias destrozadas que perdieron a varios miembros, cuando no tocaba. ¿Cómo no empatizar con ese dolor? Y la pregunta que nos haríamos cualquiera cuya respuesta no puede sino hacer emerger la rabia verbalizada a la que asistimos la semana pasada durante la celebración de ese Funeral de Estado que honraba a las víctimas.

 ¿Cuántas muertes se habrían evitado si la gestión de la emergencia hubiera sido adecuada? Un responsable político que, advertido del riesgo, decide mantener en su agenda una comida... mal. Si, ya metido en harina, es consciente de lo que está sucediendo en algunos municipios de su comunidad en los que la gente se ahoga, y no tiene intención de perdonar los postres... peor. Si además obvia las llamadas incómodas porque le interrumpen el sarao, es un irresponsable. Y si para salvar su culo, miente, que es lo que ha hecho durante todo un año, es un miserable. Muy miserable diría yo, pero no menos que quienes le han estado dando palmaditas en la espalda, erigiéndole como el adalid de la reconstrucción ¿Acaso se puede reconstruir una vida?

Mazón se va... ¿pero se queda? Su marcha no va a devolver a los familiares de las víctimas todo lo que perdieron, si acaso, un poquito de dignidad, esa que vieron pisoteada de nuevo en la mañana en la que se intentaba honrar la memoria de sus seres queridos, con la asistencia de este personaje de cartón... Ahora que lo pienso, creo que hay una tercera manera no menos angustiosa de morir, que es morir en vida, cargando con más de doscientos muertos a la espalda y asistiendo, abucheado e insultado, a tu propio funeral.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents