Todo el mundo habla de lo mismo. Rociíto, malos tratos, cobrar. ¿Ya saben a qué me refiero, verdad? Lo oyes al pasar por una terraza, en la cola del pan, en televisión… Menuda combinación. Tremendo lío.

Confieso que solo he visto el primer episodio, en el que la hija de Rocío Jurado cuenta el infierno que ha vivido durante 25 años. Estremece escucharla. Cuánto dolor y desesperación por su parte. Cuánta sorpresa e incredulidad por la nuestra. Me resulta complicado aceptar que un ser humano sea capaz de hacer tanto daño a otro. Urdir semejante venganza, utilizar a unos niños para matar a su madre en vida si no lo ha conseguido previamente él con sus propias manos. Difícil pero no imposible porque casos, desgraciadamente, hay. Demasiados.

Yo la creo. Sin ambages. Me parece que aquí la forma ha acabado tergiversando el fondo. «Ha cobrado no sé cuánto por conceder esta entrevista-documental». ¿Es relevante para dar credibilidad a su testimonio?. «Habla con un discurso aprendido, sabe pausar el relato, rozar la crisis de ansiedad». ¿Se puede preparar alguien hasta ese punto?. «Su vestimenta y peinado no son apropiados». ¿Existe un dress code para abrirte en canal ante un país?.

Todo esto bien podría ser una variable del experimento del espectador apático de los años 60. En lugar de comprobar cómo disminuyen las probabilidades de intervenir ante una situación de emergencia cuantas más personas la presencian, aquí habría que estudiar si televisar una tragedia aumenta las críticas hacia quien la protagoniza. Y más agrias y encendidas son las reacciones cuando más personas la ven.

Sobra decir que desconozco lo que han pasado Rocío Carrasco y sus hijos. Ignoro cómo es su exmarido. Yo y la inmensa mayoría. Creíamos saber lo que había pasado por lo narrado por casi todos los actores principales. Faltaba ella. Y era lógico pensar que cuando lo hiciera daría para horas y horas de televisión. ¿No va a tener interés escuchar la parte más enigmática de esta historia retransmitida por capítulos? Evidentemente, y eso lo sabía la productora que ha conseguido la entrevista, el programa que va a sacarle el jugo y el canal que va a planificar los próximos seis meses de su parrilla. Me pregunto si es justo achacarle a Rocío Carrasco todo lo que ella misma ha generado.

Quizá es que nadie esperaba esta bomba. Quizá es que lo que ha contado ha trastocado demasiado las conclusiones que cada uno habíamos sacado estos años. De todo, me quedo con otra consecuencia de su testimonio en prime time. El incremento de llamadas al teléfono del maltrato (016). Un 42% en una semana. El silencio también ha dejado de ser una opción para muchas mujeres.