Pareciera que hoy se acabará con todas las dudas que envuelve este país, que una vez que esta noche se decida si comunismo o libertad ya nos podríamos ir todos de vacaciones. Lástima que no sepamos donde podremos ir de vacaciones porque la evolución del virus y los cierres perimetrales continúan. Este será el siguiente monotema al que agarrarnos a partir del 5 de mayo y nos los volverán a plantear de una manera enfrentada entre los que quieren prórroga del estado de alarma y los que no, aunque ya no sean los mismos los que defiendan cada postura.

Pero quizá olvidamos lo más importante, si nos podremos ir de vacaciones porque tengamos un trabajo al que volver. El sector bancario, sólo con las operaciones que hay en marcha, prepara un recorte de 17.000 trabajadores entre este año y el próximo en lo que sería la nueva reconversión industrial que vivimos en los ochenta en nuestra economía productiva. El covid ha impulsado la crisis perfecta entre los bajos tipos de interés, la competencia de las tecnológicas, y la creciente digitalización. El sector de la automoción y el comercio de componentes está disparadamente en un momento de transformación en el que la vieja Europa sigue recibiendo los mismos estoques que sufrió en el abastecimiento de mascarillas o material médico. En este tiempo en el que los Fondos Europeos de Recuperación, a los que todavía les quedan dos meses para ser evaluados por la Comisión Europea, nos parecen la respuesta para muchos de los problemas que aquejan a una sociedad con una lenta capacidad de reacción que nos puede volver a perder de vista a las potencias asiáticas y americanas, volvemos al debate confuso e interesado sobre la tributación conjunta en el IRPF.

Y volveremos a la conformación de gobierno en Cataluña, melón que dejamos abierto para centrarnos en la capital del país, pero que retomaremos la semana que viene. Y a las posibles elecciones en Andalucía con la renovación de su candidata socialista. Y todo desde la perspectiva de la desestabilización del Gobierno central. Vienen tiempo difíciles en la supervivencia laboral, catastrófica para las expectativas de los jóvenes y oscuras para los mayores de 52 años, pero en el alambre para casi todos. Y para sobrellevar esta crisis igual que entendimos bien en la sanitaria, se hace imprescindible un Estado proveedor que en todos sus ámbitos descentralizados goce de estabilidad y de legitimidad política. El viejo camino está rápidamente envejeciendo, sálganse del nuevo si no pueden dar una mano porque los tiempos están cambiando, que diría Dylan.