Ya tenemos nuevo tema de conversación en la oficina. Y en el bar. Y en el supermercado. Esta vez a cuenta de la nueva tarificación de la luz. Que si horas punta, horas valle, poner la lavadora a las 2 de la mañana, el lavavajillas a las 5, planchar el fin de semana… como en todo, algunos expertos aseguran que modificar nuestros horarios en casa puede suponer un ahorro importante. Otros dicen que prácticamente nada. Siempre hay versiones para todos los gustos, oigan, así que siéntanse bien hagan lo que hagan porque siempre existirá una teoría que les respalde.

Pero más allá del entretenimiento, de la jocosidad y las bromas que permite hacer este asunto, hay algo de fondo que debería preocuparnos: por qué somos incapaces de comprender la factura de la luz. Los impuestos que cobra, la parte fija, la parte variable, si somos PVPC, si no, si estamos en el mercado regulado, en el libre, qué impuestos pagamos en el consumo eléctrico… Y podríamos hablar de otras facturas, como la de teléfono, e impuestos, por ejemplo, los que abonamos al descolgar la manguera del surtidor de gasolina. ¿Es necesaria tanta ingeniería fiscal? Cuando algo no se explica de una forma clara y precisa por algo es. Quizá haya cierta voluntad de ocultar información, de camuflar conceptos controvertidos, de hacer ininteligible determinadas cifras… No sé.

El problema radica fundamentalmente en el emisor, sobre todo porque es un ente público, pero también en el receptor. No nos vendría mal afilar, además de nuestra lengua, nuestras ganas de entender elementos tan básicos como las facturas. No es tarea sencilla ni rápida, es cierto, pero el esfuerzo merecerá la pena para luego pedir al Gobierno que rinda cuentas. En esto y en lo demás.

Siempre hay una cara A y una B en la vida. A menudo, incluso, una no existe sin la otra. Pues lo mismo con las facturas. Las subidas o modificaciones de tarifas responden a una reestructuración del sistema energético, dicen, y una apuesta por las renovables y la economía verde. Lo mismo sucede, aseguran, con el céntimo sanitario o el incremento del IVA de productos como las bebidas azucaradas. Las cosas no es que estén ni bien ni mal, no es que sean acertadas o erróneas, simplemente deben explicarse. Sin más.

Igual que estaría bien que nos detallaran por qué puede haber un incremento de la fiscalidad en planes remitidos a Bruselas para acceder a fondos europeos y que no se han anunciado a bombo y platillo como otras cosas. Razones hay siempre para casi todo. La clave es contarlas para entenderlas. Si no, algo habrá para querer ocultarlas.