A veces tengo la repentina impresión de que se nos ríen en la cara, sucede como un fogonazo cuando veo a Esperanza Aguirre quitándose el disfraz de mariposa después de cantar antes de que la escuchen en la Audiencia Nacional o al exdiputado, Marcos de Quinto, pontificar en ese programa que sabe la verdad de las cosas sobre lo que es el trabajo digno y el mérito. ¿Serán estas las puertas giratorias de la nueva política? Esperanza, aunque parezca que está ahí desde siempre, es de lo más vanguardista que nos queda, tanto que la estrella de la derecha en este país, Isabel Díaz Ayuso es su reencarnación, pero con un toque menos aristocrático con más modales de barrio.

La presidenta madrileña que ante la manifestación del domingo muestra su más absoluto apoyo porque asegura sin que le tiemble la voz que el terrorismo en España está alcanzando los fines que pretendía. Horas después de loar el papel de Plácido Domingo como uno de los mayores embajadores de nuestro país, que, sin entrar en la diatriba de separar el artista del hombre, y de tragarnos con dolor los tres minutos de aplausos al tenor, muchos creemos como la ministra Montero que «incluso quienes piensan que la respuesta no puede ser el escarnio público deberían entender que la ovación lo es aún menos». Ensalzar la figura de Plácido Domingo, obviando que él mismo admitió haber acosado sexualmente a más de 20 mujeres, es un insulto a las víctimas, y a todos los preocupados por el terrorismo machista. No parece que ese sea el terrorismo del que siempre echa mano la presidenta en sus argumentaciones, ese a su socio ultra no le parece tal y ni un minuto de silencio concede a sus víctimas como homenaje en el Congreso de los Diputados.

Es la misma desfachatez que muestran con su supuesta alma obrerista y su sindicato, Solidaridad, cuando recurren ante el Tribunal Constitucional la ley Rider contra los falsos autónomos o votan en contra de derogar el despido por bajas médicas. Se nos ríen cuando nos cuentan las ventajas del cohousing, del salario emocional, de lo saludable del huevo poché en lugar de frito así ahorramos luz, y una cosa es que aceptemos con aparente resignación las estrecheces de la vida y otra que nos quieran colar que la precariedad es tendencia. No nos traten como idiotas, en su etimología griega, aquellos que se dedicaban únicamente a lo suyo, lo privado, y no a la vida pública a lo común. Porque estamos en ello, de manera silenciosa y ciertamente desorganizada pero las provocaciones van sumando en una sociedad que sale del shock pandémico con ganas de recuperar el control.