El mundo de nuestros políticos, porque su mundo cada vez anda más alejado del nuestro, se debate entre aquellos que apoyan indultos que ayudarán a garantizar un nuevo marco de convivencia, ahora que todo quiere ser nuevo en un ejercicio de burla irresponsable, y esos otros que, hablando de patriotismo, escenifican un mal patriotismo repleto de lugares comunes, donde España, su España, es única e inquebrantable en un discurso de nacionalismo casposo, trasnochado y abocado a reproducir los errores de antaño y que tantas cicatrices dejaron en esta España que es de todos, incluso de aquellos que no la quieren por cuán usada ha sido para despreciar y castigar en nombre de una patria y de una bandera que solo ellos pueden ondear.

Y entre tanta bronca de banderas, patrias, nacionalismos… la vida se abre paso en los barrios de España, se abre paso en las calles de sus ciudades y en sus plazas se habla de lo cotidiano, del precio de la luz, de la boda de un hijo, de la falta de trabajo, de la risa y también se escucha el lamento por la muerte de Olivia, encontrada sin vida en las aguas de Santa Cruz de Tenerife. Olivia y su hermana Anna son el retrato doliente de una sociedad que ha asumido que las mujeres son apaleadas, violadas y asesinadas, porque por muchas declaraciones que se hagan lamentando lo sucedido o por muchas concentraciones que se convoquen, nuestra sociedad ha asumido que esta perversión con la que se trata a las mujeres es la respuesta que hay tras una educación de siglos y siglos donde al hombre se le hace creer que es dueño de la mujer y eso le da el derecho, incluso, de acabar con su vida. Es terrible saber que desde 2003 en España han sido asesinadas por sus parejas o ex parejas 1.098 mujeres y algunos de esos hombres acabaron también con la muerte de 30 hijos y en algunos de esos casos, para infligir el mayor de los daños a esa mujer que consideran de su propiedad, el asesino acabó con la vida de sus hijas y no con la de ella.

Vivimos insolente y desesperadamente buscando cordura en cualquier palabra, en cualquier decisión, en algo que nos invite a pensar que esto va a cambiar, porque del mismo modo que las banderas no son de nadie y son de todos, las mujeres son libres, aman libremente, piensan libremente y libremente adornan su vida, que debiera ser de respeto y de amor y no de castigo y traición hasta hacer de ellas un cadáver bajo tierra o un cadáver que deambula por la vida sollozando de dolor por las otras vidas que le han sido arrebatadas de la forma más violenta y cruel.

No hay esperanza cuando una mujer muere asesinada, no hay consuelo cuando una mujer entierra a sus hijos que han sido asesinados, y aunque las lágrimas broten y las palabras de lamento se sucedan, me pregunto cuántos días pasarán hasta que otra mujer aparezca asesinada: ella o sus hijos. Que la tierra os sea leve.