El tiempo es relativo. Lo planteó Einstein hace más de un siglo. En su teoría observó muchas cosas, también que el intervalo de tiempo transcurrido entre dos sucesos difiere según la posición del observador.

Viene a cuento estos días para analizar el famoso paseo, reunión, conversación, charla, entre Pedro Sánchez y Joe Biden. 29 segundos de recorrido de los presidentes de España y Estados Unidos de desiguales conclusiones. Para unos, casi una cumbre. Para otros, un encuentro casi casual.

Como siempre, las teorías científicas necesitan de interpretaciones sociales para enmarcarlas y entenderlas en la realidad. De los postulados sobre la relatividad se han extraído numerosas conclusiones. Por ejemplo, que el tiempo absoluto no existe sino que cada individuo posee el suyo en función de dónde está y cómo se mueve. ¡Eureka! Es lo que debieron pensar los asesores de Moncloa. Y, encima, en inglés.

Más allá del abanico de posibilidades, aclaraciones y explicaciones, 29 segundos dan para poco. Al menos para la mayoría de los mortales. Y más si nos referimos a asuntos de Estado, que se supone habría que tratar con seriedad.

Una imagen no siempre vale más que mil palabras, sobre todo si se conoce la intrahistoria. Está bien que desde el Gobierno presuman de recibir la atención de la primera potencia mundial en plena cumbre de la OTAN con tantos representantes políticos presentes, pero que no se pasen de frenada. Una cosa es que esté bien ese de tú a tú y otra vender la moto. Hasta la ministra de Exteriores tuvo que salir a la palestra a explicar que hubo algo más que ese momento ante las cámaras. Una media hora, dijo, para hablar de varios temas.

En ocasiones, la diferencia entre el éxito y el fracaso está en los detalles. Cuán diferente habría sido el relato (sí, relato) de este encuentro si antes no hubieran generado expectativas ni alardeado de protagonismos ficticios. España para Estados Unidos, nos guste o no, es un primo lejano y por parte de familia política. Las ínfulas, ya deberían saberlo en la Moncloa, no son buenas. Haber ganado la mayoría de las apuestas, las más importantes quizá, no garantiza que la partida siempre salga bien. Cuando menos te lo esperas cambian la suerte, las cartas y los adversarios.

No obstante, no habrá disgustado en exceso a Sánchez que, sin duda, dormiría bien el domingo. No como Susana Díaz, que se levantó como líder de la federación socialista más poderosa y se acostó perdiendo unas primarias para ser candidata a las autonómicas andaluzas de 2022 y con las horas contadas como secretaria general. Va a ser verdad que el tiempo no es absoluto. Ni nada es eterno, añadiría yo.