A las cinco de la tarde del domingo y en el portal de su casa, ocho individuos encapuchados agarraron a un chico de veinte años y como si fuera un cochino en una granja del siglo pasado del pasado le marcaron en el culo con una navaja la palabra 'maricón', mientras gritaban anticristo. La barbarie que supone la agresión con una humillación más refinada que la de una paliza, si se pueden comparar violencias, nos enfrenta a una corriente, medida y alimentada ideológicamente que cada vez se siente más legitimada para actuar porque no hay un frente político unívoco que denuncie las agresiones LGTBIfóbicas.

En la Comunidad de Madrid donde sucedió esta agresión, el año pasado se registraron un total de 259, mientras portavoces de las dos principales instituciones se aferraban al argumento de los casos puntuales, de la excepcionalidad. La caza al maricón de tiempos grises vuelve con los mismos de siempre, que estaban aletargados porque la opinión pública de hace pocos años los mantenía a cubierto. Se han envalentonado, son legionarios de una manera de entender España y una moral legitimada por sus cincuenta diputados elegidos libremente por nosotros. Servidores de esa causa que no la defienden pausadamente en las instituciones sino a gritos, insultos y cuyas resonancias llevan a algunos a actuar como bestias. Mientras sucedía una agresión más, la historia del ya exobispo de Solsona despertaba la curiosidad cuando no las chanzas de muchos. Una historia que reúne más episodios novelescos que 'El pájaro espino' reconvertido al siglo XXI, y vuelve a dejar expuesta una visión de una parte de la jerarquía de Iglesia católica de las relaciones amorosas no como encuentros libres y conscientes, sino de tentadoras y tentados, de perversiones y contención. La llamada a vencer el anticristo emitida ayer por el obispado de Solsona que se ha apoderado del señor Novell casi consigue arrancarme una sonrisa, sonrisa que se ha transformado en mueca al recordar que el mismo llamamiento, esta vez a gritos, lo pronunciaron los agresores en el portal del joven de veinte años.

El exobispo hizo gala de su empeño en querer curar a los homosexuales como si fueran enfermos, y elaboró teorías sobre las consecuencias de la ausencia de una figura paterna. Así que el lado rosa de la noticia se vuelve tenebroso porque formó parte de ese coro que venía señalando a los que ellos creían diferentes y no ajustados a no sé qué modo de vida porque ni ellos mismos la cumplen. Ni una más, no debemos dejar pasar declaraciones homófobas o legitimadoras de cualquier tipo de violencia, no hay religión ni ideología que las justifique.