Escuela y despensa, decía Joaquín Costa. Jurista, economista, historiador, reclamaba la regeneración de la política, del sistema, de las instituciones… en definitiva, la refundación del Estado y la vida pública de finales del siglo XIX, caciquil, oligárquico y corrupto. Esta semana se ha cumplido el 175 aniversario de su nacimiento en la localidad oscense de Monzón.

Historiadores y estudiosos de su obra definen al León de Graus como un hombre inteligente. Tan brillante como inoportuno, tan innovador como impertinente. De gran oratoria, defendía el progreso con limitaciones, la educación como única forma de revolución social y la europeización de España. Hablaba de un nacionalismo español, de orgullo y de patria, chica y grande. Sin exclusiones ni exclusivismos. Pensaba en un modelo confederal y republicano.

Los grandes conocedores de sus escritos coinciden en denunciar la instrumentalización de sus ideas. Por unos y otros, a izquierda y derecha. En el siglo XX y ahora. Con Joaquín Costa pasa un poco como con los números o las encuestas del CIS. Cada quien los manipula según le viene. Como en cualquier ámbito, contra la manipulación solo cabe la información. Ni medias verdades ni propaganda.

Si Joaquín Costa levantara la cabeza tendría una entrevista. De las buenas. Quizá no sería un habitual de los medios de comunicación. Resultaría incómodo. Por claro, vehemente y políticamente incorrecto. Ya saben que solo después de muerto se suele reconocer la subversión y la valentía. En vida mejor silenciarlo.

Cómo me gustaría oírle hablar de cambio climático, de falta de un pacto nacional por la educación, de la Política Agraria Común, de grandes obras hidráulicas judicializadas, de despoblación, de sanidad pública… Saber qué piensa de los partidos políticos emergentes, de cómo la corrupción corroe prácticamente todos los pilares del Estado, del poder de las compañías eléctricas, del independentismo catalán…

Hay cosas que son ya imposibles, otras no. Por ejemplo, estudiar y recuperar grandes figuras como la de Costa en los currículos educativos de todos los niveles. Leerle más. Analizar su pensamiento todavía más si cabe en toda su complejidad. Tenemos ilustres aragoneses en muchos ámbitos: literatura, ciencia, medicina, educación, cultura, cine.. Algunos sí tienen el protagonismo que merecen desde hace tiempo. Otros empiezan a ganarlo. Los hay que siguen en el ostracismo. Necesitamos museos, congresos, titulaciones específicas. En resumen, divulgación. Más que calles, plazas y colegios, que también. Si algo somos los aragoneses es tozudos. A ver si, aunque solo sea por empeño, empezamos a creérnoslo una miqueta.