La ministra mejor valorada del Gobierno Sánchez, en un país donde las últimas encuestas dan al partido conservador como favorito, es aclamada en la fiesta anual del PCE a gritos de presidenta. El mayor azote de la oposición en las sesiones del control al Gobierno, el torrente de datos frente a la cara demudada del portavoz popular García Egea, la agitadora en los mítines de campaña, el éxito institucional en los acuerdos de la concertación social, dueña de su imagen con una habilidad hasta ahora desconocida en los políticos de izquierda quiere dar un paso hacia delante y levantar un proyecto de país.

Yolanda Díaz ha sido la sustituta casi natural de Pablo Iglesias en un partido que ni siquiera es el suyo porque su cuota de Unidas venía de su militancia en Esquerda Unida mantenida hasta 2019, pero ha demostrado una lealtad con la coalición violeta que la llevó al Consejo de Ministros mucho mayor que destacados integrantes del propio Podemos. La ministra Díaz tiene un enorme capital político por amortizar, la reconocen como líder los simpatizantes de la izquierda tradicional obrera, los miembros del ecologismo urbanita, la socialdemocracia clásica y mantiene el respeto en las elites económicas y empresariales. Su proyecto de país tiene que acercarse más a la transversalidad política cuando pueda desligarse de sus ataduras representativas y de gobierno. Tiene un claro ejemplo de cómo naufragar en Manuela Carmena y su paso por Madrid. Ella que tiene una amplia experiencia sindical y de partido tradicional debe saber bien la importancia de la implantación territorial, provincia a provincia, para aspirar a iniciar un proyecto con influencia en la gobernabilidad de España.

Está en una encrucijada cada vez más irresoluble entre el mantenimiento del sistema público de pensiones, que incluye el debate sobre la jubilación que abre intermitentemente el ministro Escrivá, y las dificultades en la entrada al mercado laboral especialmente de los jóvenes. Hasta ahora ha salido exitosa del escudo social del gobierno ante la crisis del coronavirus mientras que alguno de sus compañeros se ha visto enredado en políticas como el Ingreso Mínimo Vital. Pero en un país en el que se retrasa sine die cualquier acuerdo sobre la sostenibilidad de nuestro sistema de protección y con una oposición dispuesta a no a entrar en ninguna dinámica que no sea la de esperar el error del contrario, el fin de la legislatura para Díaz debe venir acompañado de una difícil ubicación en la estructura de partidos existentes y con pocos aliados a izquierda y derecha porque ella es una excelente rival, si hasta el CIS lo dice.