Da miedo pensarlo, pero conforme avanza el volcán de Cumbre Vieja observo cuán insignificantes somos cuando la naturaleza, a la que hemos controlado y herido, decide tomar su camino de salvación para liberarse del calor que le hemos provocado y del daño que le hacemos con nuestra conducta de seres humanos caprichosos y maleducados.

Ignoro cuántos días, semanas o meses deben pasar para que Cumbre Vieja se silencie y a La Palma pueda volver una cierta normalidad dolorosamente truncada bajo la lava y las cenizas y el rugir de un volcán que no cese ni de día ni de noche. Otros gritos estallan en la ciudad y en su noche que cada día es menos silenciosa. Y cada día olvidamos pedir perdón, porque si lo hacemos ese perdón ya no sirve o no llega en el momento adecuado o es más bien una sátira frente al dolor ocasionado a lo largo de años y más años. La lava engulléndose parte de la isla de La Palma da paso a una imagen de Otegi diciendo que ETA nunca debió existir e imagino que mientras algunas familias y muchos españoles sentimos una paz robada, otros rugen con un dolor estrangulado en algún lugar del País Vasco en una mañana helada de tiro en la nuca.

No quiero expresar en voz alta lo que pienso y por eso lo escribo, porque me da miedo decir que creo que es bueno que Bildu haya dicho que ETA no debió existir y aunque nunca una declaración política de esas magnitudes se haga sin haber sopesado los pros y los contras, es necesario que entiendan que nunca debieron existir, porque nada hicieron por el pueblo vasco y español que no fuera generar miedo, odio y un duro enfrentamiento que anclaban en un discurso político construido contra el franquismo, pero que sobrevivió al franquismo y durante décadas amenazó a nuestra democracia con el coste de cientos de vidas inocentes.

En aquellos años ochenta donde ETA asesinaba casi a diario, la organización contaba con un claro aliado que era el silencio porque de alguna forma, y hasta el asesinato de Miguel Ángel Blanco, la sociedad veía la muerte y el horror que provocaban como una respuesta obstinada y feroz a una dura dictadura. ETA nunca debió existir, por supuesto, y así lo gritaron algunos de sus dirigentes que fueron expulsados o asesinados y jamás pudieron volver a su tierra. Y si ETA no debió existir, tampoco debió existir una dictadura que persiguió, mató y culpabilizó tras una terrible guerra civil de la que poco a poco y entre todo nos vamos curando y pedir perdón forma parte de esa cura que o será colectiva o no será.

Sigue la lava ocupando laderas y casas y todos deseamos que el tormento pase pronto y los palmeros recobren su vida y su sonrisa y Cumbre Vieja sea una sombra más del pasado de un país que está obligado a construirse hacia el futuro.