El actual presidente de Aragón, Javier Lambán, quiere ganar en Zaragoza mientras el alcalde de Zaragoza, Jorge Azcón, lo quiere hacer en Aragón y si así se va perfilando el tablero político, es porque ambos persiguen un mismo sueño: gobernar Aragón en mayo de 2023. Es cierto que el actual alcalde aún no ha declarado si finalmente será o no candidato al Gobierno de Aragón por su partido, el Partido Popular, pero todo parece indicar que así será y por eso anda haciendo campaña por Aragón, ya que los votos en la capital del Ebro los tiene bien sujetos entre un electorado que se mueve desde el centro, el centroderecha, los desenamorados de Ciudadanos y la ultraderecha que en Aragón no es tan vehemente y que en una mayoría importante ven en Azcón a un líder aceptable, porque entienden que comparte la parte más conservadora de sus pensamientos, otorgándoles migajas de aplausos cuando se reafirma, con inteligencia y sin caer en vandalismos lingüísticos ni ideológicos, en algunas cuestiones que tienen que ver con el fondo de determinados discursos que para la ultra derecha son peldaños de sus ideología.

Lambán, por su parte, tiene varias asignaturas pendientes si finalmente tiene en Azcón a su mayor, diría, único contrincante. El Gobierno de Aragón, y en su nombre su presidente, ha trabajado con sensatez a lo largo de estos dos últimos años, que han sido demoledores por la presencia del covid y que nos han tenido y nos tienen en estado de alerta. A pesar de ello Aragón y los aragoneses tenemos la sensación de que nuestros políticos no se han gritado demasiado, como veíamos pasaba en Madrid, e incluso han sido conscientes de que las cosas son susceptibles de empeorar y eso siempre da cierta ventaja, ventaja que Lambán ha seguido cultivando a través de un discurso que ha ido relajando y comprometiéndolo hacia el pacto no solo en casa, en Aragón, sino fuera de nuestras fronteras.

Pero Zaragoza es Zaragoza y es su gran asignatura, porque es una ciudad caprichosa pero leal y en Azcón ha encontrado un referente al que puede ayudar a traspasar sus propias fronteras para dar el salto al corazón de Aragón y presidir la Aljafería, que es el palacio del poder y de las cosas que debieran ser importantes y que en ocasiones se convierten en parches que esconden las heridas que de verdad hacen la vida insoportable a muchos zaragozanos y aragonesas. Confío en el futuro, porque es lo único que tenemos para vencer al presente, al que entre todos hemos quemado en hogueras fomentadas por el nulo entendimiento, el duelo westeriano de todos contra mí y la insaciable riña falsa y fácil de Zaragoza contra Aragón.

Ni Zaragoza es tan mala, ni Aragón tan sabio.