Hay temas recurrentes en la política y en la vida y uno de ellos es el trasvase del Ebro, que hace tan solo uno días el PP valenciano volvía a resucitar, indicando la necesidad de que vuelva a la agenda política, quizá por la cercanía de las elecciones municipales y autonómicas de 2023, quizá porque es un tema que siempre está ahí, como si uno pudiera disponer del agua y cuantificarla como si fuera un bien material que puede pesarse y teledirigirse.

Leyendo la información he recordado aquel fatídico marzo de 2004 cuando, tras los atentados del 11M y tras tanta tensión y mentira por parte del Gobierno entonces de Aznar, Zapatero se hizo con la presidencia y derogaba por un lado el trasvase del Ebro que Aznar hubiera hecho efectivo y por el otro hacía volver de Iraq a las tropas españolas allí desplegadas, ante un No a la guerra que en los meses previos había atravesado y pintado todas las calles de España.

Son tiempos pasados, momentos de nuestra historia que recordamos con tintes más o menos oscuros y con visiones que esperamos jamás regresen, como aquellas con las que nos despertamos el 11 de marzo, cuando explosiones encadenadas en cuatro estaciones de Cercanías en Madrid dejaban cientos de muertos que nos detuvieron la respiración y helaron nuestro pulso.

Como decía al inicio hay temas que son recurrentes en la política española y desgraciadamente el trasvase del Ebro es uno de ellos: Aragón tiene muchos kilómetros de desierto, pero eso a nadie parece importarle, porque lo único que finalmente se quiere ver es que lo cruza un río Ebro caudaloso y cuyo excedente de agua debiera llegar a tierras valencianas y murcianas, cosa que de llegar a suceder sería la muerte del río Ebro, sobre todo en su parte final del cauce en tierras aragonesas y catalanas.

Recuerdo aquellos años, como en unos años recordaré estos que estamos viviendo que son poco imaginativos y bastante faltos de luz y de esperanza, y de esos años recuerdo la alegría cuando supimos que no habría trasvase y comprendimos que el destino es la moneda que lanzas al aire sin saber si su resultado será cara o cruz, sin conocer en qué lado de la carretera estará la salida y si esa salida quizá esconda un laberinto del que jamás podrás escapar. No sabemos si algún día se hará ese temido trasvase del Ebro, cosa que cada día parece más improbable, pero de lo que no cabe duda es que hay asuntos que vuelven a los discursos políticos una y otra vez porque generan tensión entre los pueblos que conforman España, alimentan sentimientos de insolidaridad y construyen realidades aisladas que nada tienen que ver con el día a día de los ciudadanos, que persiguen sonreír y borrar de sus miradas el desafío de tantas mentiras que se levantan como poseidones airados y sombríos.