El músico canadiense Neil Young está molesto. Un grado más, incluso. Enfadado. Ha dado un ultimátum a la plataforma de reproducción musical Spotify. O el humorista estadounidense Joe Rogan o él. La razón, las afirmaciones sobre las vacunas que el popular y polémico cómico hace en los podcasts que el canal ofrece en su catálogo y que escuchan de media 11 millones de personas. Por ejemplo, recomienda no inmunizar a los niños contra el covid. La leyenda del rock se niega a compartir espacio con alguien que desinforma y emite mensajes peligrosos para la salud pública en plena pandemia. Por eso amenaza con retirar su música de Spotify si mantienen el programa de Rogan.

Según publican varios medios, Young no es el único que ha alzado la voz contra el discurso antivacunas del presentador. Diversos colectivos sanitarios han solicitado a la plataforma que mitigue la difusión de información no verificada sobre el coronavirus y las vacunas por el daño que puede hacer a la credibilidad científica.

Evidentemente la responsabilidad última de una opinión la tiene quien la pronuncia

Evidentemente la responsabilidad última de una opinión la tiene quien la pronuncia. Pero también es cierto que el canal a través del que se emite no es neutro, especialmente cuando sirve para difundir contenidos erróneos que llegan sin contrastar a millones de personas. Esto, que para nada es nuevo, ha regresado a la preocupación pública con la pandemia. Ocurrió al principio con los negacionistas, ahora sucede con los antivacunas.

Una acción puntual de un particular, como en este caso la de Neil Young, resulta más simbólica que efectiva aunque no por ello menos importante. Podría forzar a la famosa plataforma de música a retratarse. Al fin y al cabo ella es la que conecta al supuesto sembrador de dudas con el público y tiene una responsabilidad para con este. Le ha sucedido algo similar a Youtube desde donde algunos han aprovechado para propagar mensajes de dudosa veracidad. Las plataformas, en ocasiones, han reaccionado y retirado videos o podcast.

El papel de estos nuevos canales de emisión es complicado. Ahora sucede con la pandemia pero también con los mensajes de odio, el terraplanismo... No todo vale. La inacción es una forma de acción. Y en determinados momentos frente a determinados mensajes colocarse de perfil es adoptar una posición. Todavía más si hay enriquecimiento económico en el camino. El problema es dónde poner el límite. ¿En la evidencia científica, en la demagogia, en la verificación, en el sentido común? Convendría empezar a diseñar planes estratégicos, que últimamente gustan tanto, para desenmascarar falsedades y tomar medidas de inmediato. Mañana es tarde.