Mientras siguen cayendo las bombas en las principales ciudades ucranianas y la ocupación está requiriendo más tiempo del esperado, la Unión Europea se mueve con una coordinación en política exterior y de defensa común que nadie esperaba en sus momentos más bajos, después del brexit y del éxito de los movimientos populistas autoritarios que en el continente no han dejado de crecer.

Más allá de Hungría y Polonia donde la extrema derecha lleva muchos años en el poder, la Liga Norte en Italia ejerce su influencia con un apoyo externo al gobierno, la fórmula deseada por los conservadores europeos que están entre un quiero y no puedo. Han pasado por los gobiernos de Austria, de Finlandia, y han sido decisivos en las mayorías parlamentarias de Países Bajos y Dinamarca. Entre segundas y terceras fuerzas políticas para Vox, Chega, Frente Nacional, quinta esta vez para Alternativa por Alemania.

Con la crisis de los refugiados en 2015 que trajo a casi un millón de personas huyendo, en un 75% de los casos, de las guerras en Siria, Afganistán e Irak a nuestras fronteras se modificó la retórica de la extrema derecha con un mayor peso del discurso antiinmigración. La ideología ultranacionalista de estos partidos no es coherente con la pertenencia de sus estados a la organización europea porque el carácter multinacional y la toma de decisiones supranacionales de la UE son contrarios a sus pilares fundacionales, que consideran a la Unión como una amenaza para la homogeneidad cultural de sus naciones, y la responsable de esa inmigración incontrolada desde países no europeos. No solo frente a esta invasión cruenta de Rusia a Ucrania actúa la Unión Europea, sino que su respuesta opera también contra un ataque frontal a la vulneración de los principios de democracia liberal y respeto de los derechos humanos que ha ido corriendo como la pólvora desde 2014, y que desestabilizan dentro de cada estado la supervivencia de las democracias abiertas.

Estos partidos no han crecido solos, millones de financiación de la banca rusa y el concurrido grupo de oligarcas beneficiados por Putin han llegado a las cuentas de los partidos de Le Pen o Salvini y a organizaciones ultracatólicas como Hazte Oír, cercanísima a Vox. Ahora muchos de ellos intentan mantener un discurso equidistante entre la condena a la invasión y el rechazo a la imposición de sanciones económicas a Rusia.

Solo el paso de los días y del conflicto les hará salir de la estudiada ambigüedad que llevan días ejerciendo, separándose del demonio rojo cuando hace poco estrechaban amigablemente su mano, la misma que les daba de comer.