Alberto Núñez Feijóo vuelve a Madrid empujado por todo el partido, como él siempre había esperado, pero en el mayor momento de convulsión de los populares desde la última salida de Manuel Fraga en 1989 en el llamado «congreso de la refundación». El hombre tranquilo que viene a cambiarlo todo, a ganar a Pedro Sánchez en lugar de insultarle, lo hace con una declaración de principios sólidos pero desactualizados en las formas porque la política nacional que abandonó en 2003 es antropología forense. Sin Twitter, sin Facebook, si hasta Google estaba en sus primeros pasos. No será un político de un par de tuits al día, ni un comentarista de los hechos como en las credenciales de su presentación, pero tendrá que desarrollar su inteligencia adaptativa para comunicar en un entorno tecnopolítico, medida de la aceleración de los tiempos.

Feijóo vuelve a Madrid empujado por todo el partido, pero en el mayor momento de convulsión de los populares desde 1989

El hombre de gestión como se reivindica, de trayectoria y experiencia que se distancia de las estrategias a corto tendrá que integrarse en una política nacional ultra competitiva en campaña permanente. Si ya ayer un medio publicaba un sondeo sobre la supuesta victoria de Feijóo en tres puntos a Sánchez en un escenario en el que fueran las dos únicas opciones para superar una investidura. Porque todo sirve para hacer campaña, declaraciones, tertulias, medios y sondeos ad hoc. Las estrategias electorales han devorado a las estrategias políticas, y Feijóo que no cree en los laboratorios políticos, ni en los manuales de acción tendrá que sobrevivir en un ámbito en que la táctica se ha impuesto sobre cualquier otro argumento. Los liderazgos dependen de la inmediatez, del golpe de efecto, donde es más importante ser rápido que fuerte. Se valoran más las gacelas que los elefantes. En un mundo acelerado que casi no repara en el presente porque las cosas se vuelven rápidamente obsoletas, los tiempos de la decepción también se han acortado drásticamente, y, sino que se lo pregunten a Pablo Casado, Pablo Iglesias y Albert Rivera. La misma intensidad de la expectación opera en el espacio de tiempo en que el carisma parece agotarse.

Es un pragmático que cree en la ideología de partidos, pero también en los gestores y la gestión, y aquí sí va a favor de corriente del cambio social donde hay una pérdida de vínculo ideológico con las ofertas políticas, especialmente en lo votantes menores de cincuenta años. Se produce una dinámica nueva por la que los electores votan con el compromiso en propuestas políticas concretas que les atrapan y no tanto asumiendo todo el argumentario del partido. Feijóo vuelve en un tiempo nuevo, no solo de alianzas y programas sino de modos.