Llegué al colegio público de Zaragoza Gascón y Marín a las 10 y media de la mañana de ayer día ocho de marzo de 2022, día de la Mujer. Zaragoza es una ciudad a veces inverosímil y guarda en sus esquinas lugares bellísimos donde el tiempo quedó detenido en su arquitectura y cadencia: el colegio Gascón y Marín es uno de ellos. Mi presencia allí no era casual, días antes la directora del centro, Dora Blasco Ruiz, comunicó a la Fundación José Antonio Labordeta que uno de los espacios del colegio, el Salón de Actos, llevaría el nombre del poeta, cantautor, político y comunicador. Muchos más nombres de personas ilustres ocupan desde ayer los pasillos, terraza, comedor y biblioteca del centro: Titiriteros de Binéfar, la Ronda de Boltaña, Amaral, Magdalena Lasala, María José Meda, Yaiza Martín Abelló, sin olvidar a María Moliner, Luis Buñuel, Ramón y Cajal, el fundador Gascón y Marín, los primeros directores del centro, Eulogia Lafuente y Guillermo Fatás, y el profesor Félix García Domínguez, cuyo recuerdo se mece en una terraza con arcadas sobre la plaza de los Sitios.

Al acto acudieron todas las alumnas y alumnos del centro y todos nos reunimos en el vestíbulo para brindar homenaje a nuestros maestros y recordar que recordando seremos capaces de no olvidar y que recordando desde el respeto seremos capaces de no traicionarnos y aunque la igualdad queda lejos, cada día alcanzamos un peldaño y aunque haya zancadillas y burlas hacia las mujeres y hacia su lucha, esos niños y niñas son la esperanza de que las cosas cambien definitivamente algún día.

Los 8-M no son días festivos, son días en los que la risa se te congela cuando piensas en todo el odio que se ha vertido sobre las mujeres durante siglos y más siglos

Los 8-M no son días festivos, son días en los que la risa se te congela cuando piensas en todo el odio que se ha vertido sobre las mujeres durante siglos y más siglos, cuando eres consciente de que la historia, desde su más tierna infancia, ha hecho de nosotras seres malvados, brujas insolidarias, criaturas enfermas e incluso se nos ha robado la identidad para hacernos invisibles y así permitir que todo lo que le sucediera a una mujer era, diríamos según estimables jueces, merecido.

Poco a poco se va avanzando, si bien algún partido de la derecha y de la extrema derecha querrían anular todo lo conseguido al grito de «a por ellas», sin entender que ellas ya han sido tan perseguidas que no tienen miedo y que en su lucha imparable derrocarán todo aquello que quiera volver a silenciarlas, que no las respete, que las acuse cuando son violadas, cuando son asesinadas, cuando son agredidas por el hecho de ser mujeres. Soportar la burla es indignante cuando estás luchando por tus derechos y por tu vida. Soportar el insulto es insufrible cuando estás peleando por una igualdad en la que muchos no creen. Soportar la violencia es terrorífico cuando sabes que si sales de ahí con vida, quizá calles porque nadie te querrá creer.

En esta sociedad de hombres, se lo aseguro, no es fácil ser mujer.