El Periódico de Aragón

El Periódico de Aragón

Ángela Labordeta

El triángulo

Ángela Labordeta

¿De qué se alimenta el hombre?

A veces hay revuelos inexplicables y los manipulan aquellos que cuando tuvieron el poder –estoy hablando del PP de Mariano Rajoy– hicieron todo lo posible por acabar de manera sucinta con la enseñanza de la filosofía, relegándola a una mera optativa en segundo de Bachiller, construyendo esa falsa dicotomía «religión versus filosofía», que sin duda fue una forma audaz de convertirnos en seres cada día más adoctrinados y burros, nada necesitados de pensar o cuestionar, porque el hombre a fin de cuentas de lo que se alimente es de pan y eso de que el alma se sacia con saber es una patraña burguesa, revolucionaria y pasada de moda. Hoy la filosofía, sin embargo, gracias al nuevo decreto del Ministerio de Educación, pasará a ser una asignatura obligatoria en primero y segundo de Bachiller, pudiendo las comunidades autónomas convertirla en optativa en los dos últimos cursos de la ESO. Pero oye eso da igual, porque el titular finalmente ha sido: «Educación elimina la asignatura de filosofía en la ESO».

Y gracias a él empecé a leer, pero sobre todo leía para leerle a él, que le gustaba cuando mi voz se filtraba hasta su mente

decoration

Yo tenía un tío que siempre que me veía me decía, emulando a Costa, «lee, lee libros como quiera que sean, de cualquier cosa que traten. Lee, no repares en nada». Mi tío tenía la voz muy grave y yo nunca lo había visto leer, lo más que le había visto hacer con las sílabas eran crucigramas con los que se entretenía y a los que insultaba cuando las letras se le escapaban por los cuadrados que casi nunca se ajustaban a la palabra escogida. Entonces gritaba y decía, como si el papel de periódico fuera a responderle: «Pero qué sabrá este de lo mucho que yo sé». Mi tío no sabía gran cosa, pero eso no era culpa suya. La culpa, como él decía, la tenía la historia y es que su historia estaba plagada de mala suerte y de días sin escuela en el momento en el que su padre desapareció y su madre se quedó sola y con cinco niños de entre dos y diez años y mi tío tuvo que levantarse a las cinco de la mañana para traer pan y cebollas a una casa donde se pasaba hambre y hacía frío.

Por eso mi tío no sabía nada de las cosas que están escritas en los libros y por eso me decía una y otra vez que leyera cualquier cosa, lo que fuera. Y gracias a él empecé a leer, pero sobre todo leía para leerle a él, que le gustaba cuando mi voz se filtraba hasta su mente y entonces muy bajito me decía: «¡Qué lastima que mi inteligencia no haya sido dirigida convenientemente, en lugar de quedar, como ha quedado, abandonada, sin director, ni libro!». Entonces yo le leía más y más, le leía poesía, a los rusos, pequeñas fábulas y él se enorgullecía y me decía: «Lo que sé es una cosa y lo que comprendo otra». Así fue como él me enseñó que el criterio no depende de la edad, sino de todo aquello que acumulas convertido en sabiduría y que es un tesoro que nadie podrá arrebatarte.

Compartir el artículo

stats