El Periódico de Aragón

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Carmen Lumbierres

El triángulo

Carmen Lumbierres

No se apresuren en dimitir

Hace poco más de un año, la misma noche de las elecciones a la Comunidad de Madrid, Pablo Iglesias renunciaba al escaño obtenido y dimitía de la secretaría general de su partido. En una salida de la política en dos tiempos, apresurada, como todos los movimientos que se producen en esta nueva forma de desempeño partidista, dejó a Unidas Podemos sin liderazgo cohesionador en el Gobierno y con una dispersión orgánica de la que ha dado buena muestra el inicio de la campaña en Andalucía.

La izquierda del PSOE ha implosionado a lo largo de este año, con una secretaría general con escasa capacidad de influencia en el discurso público y difícil encaje en el equipo que encabeza Pedro Sánchez, frente a la líder mejor valorada, no solo engrasada en el Gobierno sino uno de sus principales motores pero que milita en un recorrido paralelo a Unidas Podemos y de la que se espera sea capaz de conformar ese frente amplio, no parece que con la aquiescencia del dimisionario.

Responsabilidad mal entendida

Es popular renunciar en la noche electoral, resultan incluso decepcionantes aquellos que tras el batacazo en los resultados no comparecen ante los medios y los militantes asumiendo la derrota. Es un ejercicio de responsabilidad mal entendida, es más una escapada hacia delante sin medir las consecuencias de esa salida personal en el conjunto de la organización a medio plazo. En el caso de Pablo Iglesias, al abandono de los cargos hay que sumarle su omnipresente protagonismo en los medios creando opinión sobre el escenario que acaba de abandonar, y no olvidemos, un liderazgo carismático se dedique a lo que se dedique. Si González como expresidente del Gobierno tenía miedo a ser como un jarrón chino en un apartamento pequeño ¿qué haríamos con los vicepresidentes? Quizás, en primer lugar, no salir precipitadamente de una organización formalmente asamblearia pero dirigida con más tradición del partido comunista que la Izquierda Unida de Anguita.

Dimitió Almunia en la noche electoral que Aznar consiguió la mayoría absoluta, dejando a Alfredo Pérez Rubalcaba y todo el terremoto posterior. Siete meses tardó Gaspar Llamazares en dimitir cuando IU pasó de ser tercera fuerza del país a quedarse con dos diputados, aunque esa misma noche anunció veladamente su salida y menos de un día tardó Albert Rivera en abandonar la dirección de Ciudadanos en el principio del fin del nuevo partido.

Es más cinematográfico dimitir en el momento del desenlace de las emociones, se asemeja a un principio de honestidad, pero aguardar transitoriamente colaborando en la conformación de la nueva etapa será menos lucido, pero resulta más útil para las organizaciones.

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