El Periódico de Aragón

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Carolina González

Armas, muertos y dudas

Hasta 19 niños y 2 adultos han muerto en un tiroteo en una escuela de Texas. Han sido asesinados por un joven de 18 años que ha entrado en el colegio armado y desalmado. Hay varios heridos cuya evolución también preocupa. El asesino, abatido por la policía, llegó en coche, lo aparcó en la puerta y entró al más puro estilo cowboy. Una imagen que, por desgracia, los norteamericanos están acostumbrados a ver.

Un instituto en Florida, un instituto en Connecticut, un supermercado en Búfalo... Las balas silban cada día en las calles de Estados Unidos. Los disparos se producen con demasiada frecuencia. Los tarados proliferan por todo el país. Las armas son un objeto más en casa. Hacerse con una es tan sencillo como comprar pan o leche. Son terriblemente accesibles.

Joe Biden, visiblemente consternado tras la matanza, se preguntó durante un discurso en la Casa Blanca, cuándo su país se plantará ante el lobby armamentístico. «Cuándo vamos a hacer lo que en el fondo sabemos que hay que hacer», dijo. Pues él dirá. Es el presidente de la nación más poderosa del mundo, la persona que supuestamente tiene capacidad para hacerlo, si quiere, y convencer a toda la Cámara, demócratas y republicanos. Pero como todos los grupos de presión, este también es tremendamente fuerte. Tanto como para hacer que la clase política mire hacia otro lado mientras mueren compatriotas y nadie se atreva a plantar cara a una industria tan importante como su cuenta de resultados.

Pero más allá de la responsabilidad política frente al poderío económico, existe otro debate probablemente más enrevesado: encontrar respuestas. ¿Por qué un joven coge una pistola, un revólver, un rifle, y se planta en un lugar para matar al que se le ponga por delante? ¿Qué ha fallado?. ¿Qué educación y qué mensajes ha recibido para disparar indiscriminadamente? Tener armas en casa en Estados Unidos es habitual. Para defenderse de un posible ladrón, para protegerse, por si acaso. Como ocurre con todo, algo no resulta peligroso en sí mismo sino en el uso que se le dé.

¿Se solucionarían todos los problemas prohibiendo las armas en Estados Unidos? ¿Limitándolas, tal vez? Quien quiere causar daño, lo hace. Puede que tarde más, pero lo logrará si ese es su objetivo. Quizá fuera más efectivo actuar en el ámbito social y cultural para cambiar la percepción de lo simple que es arrebatarle la vida a alguien. Quizá hubiera que inculcar que la vida no es un videojuego. Quizá tuviéramos que ofrecer más opciones que exigencias. Quizá la cuestión sea tan profunda y compleja que nos dé miedo abordarla. Quizá debamos empezar por el principio porque nos estemos haciendo las preguntas equivocadas.

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