El Periódico de Aragón

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Ángela Labordeta

El triángulo

Ángela Labordeta

Vivir sin esperanza

La Corte Suprema de Estados Unidos anuló el pasado viernes la histórica sentencia conocida como Roe contra Wade que desde 1973 garantizaba el derecho al aborto en el país, de manera que, gracias a esta decisión respaldada por la mayoría de jueces conservadores del tribunal por 5 votos contra 4, se abre el camino para que el aborto pueda ser ilegalizado en los estados que así lo decidan. Los movimientos no se hicieron esperar y desde el otro lado del Atlántico vimos cómo el mapa de Estados Unidos condenaba una vez más a las mujeres, prohibiéndoles decidir libremente sobre su cuerpo y dejándolas en manos de gobernadores y jueces malévolamente patriotas de acentuada y peligrosa misoginia.

El error de la Corte Suprema es mayúsculo por varias razones: la primera, y más importante, es la condena encubierta que con esta sentencia se hace hacia los derechos conquistados por las mujeres en pacífica lucha contra todo aquello que las ha hecho invisibles y culpables de todos los males de la humanidad, desde el pecado de Eva hasta el fatídico mito de Pandora; el segundo gran error es que esta decisión no reducirá el número de abortos y sí aumentará el número de mujeres infelices o muertas, que lo son por no poder tomar una decisión libremente que sin embargo ellos, los hombres, los que las condenan una y otra vez, lo hacen sin género de duda y pensando que su voluntad es sinónimo de justicia, rectitud y buen hacer. El tercer gran error, y no menor, es que las mujeres empiezan a estar muy cansadas de comprobar que su cuerpo es lo que los otros quieran hacer y decidir sobre él, sin que ellas puedan ser soberanas en algo tan íntimo como la maternidad.

Así que las mujeres del mundo comenzamos a vivir sin esperanza, casi cobijándonos en una ilegalidad a la que somos empujadas por querer ser solamente libres y así dejar de escuchar estupideces de índole analfabeta, como esa de que el sexo tiene un único fin, la procreación, siempre claro que sea tu amante esposa con quien forniques o esos otros dogmas que persiguen anular la libertad de las mujeres conseguida peldaño a peldaño y dejarnos en cavernas, donde no importa lo que pensemos y mucho menos lo que sintamos. Puede que este artículo les parezca exagerado, pero no lo creo, porque la historia, que es el espejo donde muchos no quieren mirarse, nos demuestra que la mujer siempre ha sido moneda de cambio, el cuerpo donde atajar todos los odios y esa pintura a quemar cuando no se quieren perder ni jerarquías ni viejas y dolorosas herencias de hombres contándose sus historias solo para hombres.

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