El Periódico de Aragón

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Carolina González

El triángulo

Carolina González

Coalición, silencio y lealtad

Las coaliciones de gobierno no son fáciles. Exceptuando Aragón, donde todo suele ir sobre ruedas incluso con hasta cuatro partidos sentados en el Consejo del Pignatelli, engranar programas y compartir propuestas entre formaciones distintas tiene sus complicaciones. El diálogo debería ser constante y compartir información, una obligación. El problema llega cuando la desconfianza se apodera de la relación. Las suspicacias emergen cada vez con mayor frecuencia y el distanciamiento se agrava por momentos. Cada asunto susceptible de convertirse en polémica levanta una polvareda y los conatos de incendio acaban en fuegos incontrolables donde cada vez resulta más difícil ser bombero y más rentable actuar como un pirómano.

El PSOE y Unidas Podemos comenzaron bien. Las discrepancias eran aplacadas con la alegría que da llegar al Gobierno y las sonrisas eran más habituales que el arqueamiento de cejas. Había más certezas que dudas y más remos moviéndose en la misma dirección que a contracorriente. Pero pronto empezaron a surgir las diferencias. A veces más por egos e intereses partidistas que por motivos objetivos. Hasta entonces el reparto de papeles estaba claro. Los liderazgos, también. Los socialistas mandaban con respeto y los de la formación morada acataban con disimulo y buscaban hueco para sacar cabeza cuando podían.

Pero la pandemia, las negociaciones laborales, las medidas económicas y la política exterior han ido trabando las conversaciones entre los socios de gobierno. Han llegado al punto, incluso, de mandar callar a una de las partes produciendo cierto sonrojo. La rueda de prensa posterior al consejo de ministros de hace unos días fue, simplemente, vergonzosa.

Ver cómo hasta cinco veces la ministra de Igualdad guardaba silencio para evitar pronunciarse sobre las declaraciones del presidente del Gobierno respecto al asalto a la valla de Melilla que acabó con una treintena de muertos fue sorprendente. En todas las ocasiones fue la ministra portavoz quien tomó la palabra. Lógicamente es ella quien expresa la posición de Moncloa, pero la situación fue surrealista y evitable. La cara de Irene Montero era un poema.

Aquel silencio dejó claro que Unidas Podemos sabe estar en las instituciones. Ha demostrado lealtad y sacrificio para mostrar una imagen de unidad. Ha renunciado a principios fundacionales de la Puerta del Sol para, también en los asuntos más turbios, alinearse con Pedro Sánchez. Y este no lo ha puesto nada fácil.

Quién sabe si agotarán o no la legislatura. Lo que sí ha quedado claro es que si alguien esperaba una salida de tono tras otra puede quedarse sentado. Si lo del Sáhara y Melilla no lo han conseguido, casi nada lo hará.

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