El Periódico de Aragón

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Carmen Lumbierres

EL TRIÁNGULO

Carmen Lumbierres

Sin vacaciones

La última semana he debido sonreír sin entusiasmo una decena de veces interrogada por mis planes de vacaciones. Descubrí tarde esa herramienta que hubiera sido tan útil cuando en la treintena me preguntaban por qué no me casaba, en la cuarentena por qué no tenía hijos y en la cincuentena de dónde había salido el divorcio. Pero la edad aunque te rebaja las facultades cognitivas te ofrece, en compensación, cierta sabiduría emocional o debería dártela, para permanecer inmutable al torrente de comentarios que todos generamos.

Hay mucha gente que se queda sin vacaciones o sin las normativas salidas de playas, aeropuertos y apartamentos. Muchos que se quedan a trabajar aprovechando el relevo o la primera oportunidad, otros se quedan solos en la ciudad o en las residencias donde viven todo el año odiando el verano porque hace más evidente, como en las fiestas o en todo aquello extraordinario, su soledad. El éxodo vacacional deja a muchos en tierra, algunos por libre elección y a otros por resignación, así que estaría bien recordar que la media de las cosas deja a los márgenes fuera. A los que vamos a quedarnos a medio gas, pero sin desconectar del todo, se nos permite vivir a un ritmo más indulgente, cumplir con las citas que siempre tenemos pendientes, relajar los horarios y ganar horas a la noche, recibir y despedir amigos que te cuentan sus viajes escuchando con interés porque nadie tiene que salir con prisa a ningún sitio. Parar de correr para llegar a todo y a todos, deporte oficial de una inmensa mayoría durante el invierno que nos empaqueta la vida de tal manera que las semanas pasan con una velocidad y una semejanza que resulta difícil distinguir febrero de noviembre. Cambiar el ritmo es ya una gran transformación, quizás más que planificar unas vacaciones sin tardes muertas, ni momentos para la pereza o el aburrimiento.

El gran lujo no es el dónde sino la gestión del tiempo, eso es lo que más te acerca a la sensación de libertad. Hacerlo en tu entorno habitual y no en un sitio extraño te permite el autoengaño de pensar que hay otra forma de vida posible, pero no se preocupen, eso también se diluye en septiembre.

A los que nos quedamos, nos parece estar de observadores de una realidad ajena y vivir en este tiempo también irreal de seguir en la ciudad en agosto. Una buena noticia para los que lo viven con disgusto, pasará también tan rápido que en nada están los anuncios de comienzo de curso pero no los coleccionables ni los fascículos sobre cualquier asunto porque eso sí ha desaparecido mientras corríamos de un sitio a otro para no perdernos nada.

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