El Periódico de Aragón

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Ángela Labordeta

EL TRIÁNGULO

Ángela Labordeta

La familia

Recuerdo el título de una película italiana que se llamaba así, pero solo quiero recordar eso, porque no me gusta decir o escribir lo que otros han dicho por el simple hecho de que ya lo dijeron o escribieron. Muchas de las cosas que he leído y visto hablan de la familia, aunque realmente no quisieran hablar de eso, pero hay algo tan sencillo como que la familia, para bien o para mal, te secuestra el alma, pervierte tu corazón y te ama seas quien seas o como seas. A veces querrías pertenecer a otra familia, es un juego que de alguna forma todos hemos desarrollado, aunque al final, y con lágrimas en los ojos, descubres que la tuya es inigualable, simplemente inigualable con todo lo que esa palabra conlleva en sus entrañas y significado.

Las familias, como no puede ser de otra manera, tienen sus fechas: de nacimientos, de muertes, de bodas... A mí personalmente me gustan las que marcan los nacimientos de las personas que son mi familia, porque esas no las suelo olvidar y sin embargo de las de las muertes hago un olvido desasosegante y necesario. No hay tiempo a veces para saber por qué las cosas suceden y muchos menos para intentar saber por qué suceden, suceden y eso es lo que marca nuestro calendario vital, que es nuestra mochila necesaria para saber quiénes somos, cuándo nos equivocamos y en qué momento inigualable acertamos en ese pequeño detalle que nos hizo imprescindibles o necesarios para alguien.

La familia es un veneno soportable y el lugar al que volver o el del que no salir o del que simplemente huir. No hay tiempo en esa carrera que se llama vida y cuando en tu agenda se suceden los números que ya no marcarás, te sientes infinitamente pequeña y cuando olvidas algo que es parte del alma de uno de los tuyos sabes que has fallado y en ese momento sientes que todo el peso de la familia, de la tuya, se vuelca sobre ti y no hay descanso ni reposo y solo el suceder de las palabras que brotan en el vacío consuelan y dan un poco de reposo.

Te fuiste un 15 de septiembre en un atardecer luminoso con el mar a tus pies y el dolor en los ojos de mi hermana Ana. Y en este septiembre me olvidé de ti, incomprensible, y ahora navego sobre tu orilla para decirte, mi querida Kity, que sin ti no entendería la palabra familia, porque es preciso recordar para que nadie olvide tu risa y tu sonrisa y tus palabras de sabia bondad e indudable ironía de inteligencia alerta y sincera. Y hoy pensando en ti recojo el tiempo de los otros para volver sobre mi familia, que es como las otras familias y tan diferente.

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