El Periódico de Aragón

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Carolina González

EL TRIÁNGULO

Carolina González

Política blandengue

Desconozco si puede tratarse de una cualidad innata del ser humano o de una conducta derivada de la mentalidad occidental. Si nos lo impide el orgullo, la envidia o la desidia. Si nos cuesta por falta de tiempo, de reconocimiento ajeno o de empatía. En cualquier caso, deberíamos empezar a cambiar: debemos decirnos más cosas bonitas. Suele costar poco criticar a alguien por una mala contestación o un comportamiento equivocado. Nos sale casi de forma natural recriminarle que no ha hecho esto o aquello. Sin embargo ¡cuánto esfuerzo nos supone reconocer una buena actitud!

Nos sale de forma casi natural expresar lo negativo. Examinar, juzgar, censurar, reprobar, escrutar. Rara vez se alaba, premia, reconoce, elogia o valora. En reuniones de amigos o familia –¡pobre el que no acude, que se convierte en el centro de las conversaciones!–, de compañeros de trabajo –en ese caso, el jefe es la diana–… Despellejar es un verbo del que nos gusta echar mano.

En cambio, cómo nos gusta escuchar un comentario amable, sentir una palmada en la espalda y ver la alegría propia en ojos ajenos. Cierto es que con la modernidad, la pérdida de roles anticuados y la apertura de mentes, comienza a hacerse más habitual la vida en positivo. No se trata de ser felicianos sino felices. No significa abusar del buenismo sino tirar de empatía.

Algo similar sucede últimamente con ciertas políticas de igualdad. Algunos quieren confundir intencionadamente el reconocimiento a un cambio de actitudes y papeles con falsas lecciones de moral. Acusan a la izquierda y al feminismo de querer enseñar a ser un hombre, una mujer, una madre, un hijo o un empresario con la única intención de hacer demagogia, populismo y arrancar me gustas en redes sociales y aplausos en mítines ante los suyos. No entienden que solo se trata de exponer que determinados cambios de comportamiento son sanos para la sociedad, incluso para el modelo de familia que ellos defienden. La última en hacerlo, Isabel Díaz Ayuso por la campaña del «hombre blandengue» del Ministerio de Igualdad. Ojalá ella hiciera política blandengue. De la que sabe reconocer cuándo el adversario político hace buenas propuestas y las apoya. Cuando arrima el hombro ante la renovación de instituciones del Estado. Esas actitudes que enorgullecen, templan y crean consenso. Conviene saber cuándo evolucionar e identificar adecuadamente el momento para sacar rédito electoral. Si se yerra se puede correr el riesgo de quedar reducido a una anécdota de bar. Tan importante es estar en el lugar adecuado en el momento apropiado como ceder el protagonismo cuando no es el momento. A veces el foco puede llegar a quemar.

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