No solo escuestión de jóvenes

Carolina González

Carolina González

Voy en coche al veterinario con mi perra, por los achaques lógicos de sus 15 años perrunos, y me detengo en uno de los interminables semáforos que regulan el tráfico en el centro de Zaragoza. Veo a un par de chicas de unos 14 años haciéndose fotos para Instagram en la acera, junto a un edificio de oficinas. Sé que se trata de esa red social por el modo de posar: mirando al suelo, media sonrisa, ligeramente de perfil, un pie semilevantado y una mano recogiéndose un mechón de pelo por detrás de la oreja. Gestos aparentemente espontáneos captados como si de una escena natural se tratara, aunque todo el mundo seamos conscientes al verla de que detrás de esa falsa ingenuidad haya, como mínimo, 10 minutos y 20 repeticiones.

Pienso que es la forma que tienen ahora los jóvenes de pasar las tardes de invierno de mucho frío y poco dinero. Retratarse unos a otros, discurrir qué pie le ponen a la foto, cuántas letras se comen en cada palabra propia de su lenguaje-ahorro (alguna h incluida) y el anglicismo que mejor le viene: LOL, random... Esperan conseguir muchos corazones rojos, nuevos followers y generar comentarios que, a su vez, generarán otros más, y así hasta que los dos escribientes que se intercambian piropos -probablemente sentados juntos esa tarde en un banco mirando sus teléfonos- se cansen.

Esta nueva adolescencia está más conectada y sola que nunca. En el año 2021 se superó por primera vez en España la barrera de los 4.000 suicidios. Fueron 4.003 exactamente, según el INE. De ellos, 316 fueron jóvenes de entre 15 y 29 años. En esta franja de edad, de hecho, el suicidio es la segunda causa de muerte, por detrás del cáncer. Y 22 de ellos tenían menos de 15 años. Son cifras escalofriantes que crecen cada año. Relacionarlas directamente con una única causa sería un error. Los expertos alertan del mobbing o acoso escolar, del estrés y la frustración que les genera la falsa felicidad permanente de las redes sociales, la falta de herramientas emocionales con las que manejar una etapa vital compleja y cambiante... En lo que sí coinciden de forma unánime es en la necesidad de prestar más y mejor atención a la salud mental.

Desde la pandemia hemos perdido la vergüenza a hablar de muchas cosas, entre ellas de los problemas y los miedos que nos acechan. Porque no solo los jóvenes se exponen en las redes, algunos adultos encuentran también allí una burbuja donde sentirse importantes, a pesar de saber que cada noche es un ciudadano más que cena sopa sentado en el sofá frente al televisor. Pero ¿quién se resiste a alimentar su ego y escapar de una vida anodina? Ese lujo solo pueden permitírselo unos pocos.

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