El triángulo

Toca hablar de lo incómodo

Carolina González

Carolina González

Con ella volvió la noticia. La exclusiva, el escándalo, la paralización de un país por algo que hace o dice. Ana Obregón lleva muchísimos años siendo una de las protagonistas destacadas de la crónica rosa, algunas veces a su pesar, pero la inmensa mayoría previo pago de su aparición contando a toda España cómo está. A sus 68 años su forma de vida no ha cambiado. Continúa en la senda del mercado de la compraventa de exclusivas. Ahora, la revista del corazón de las celebrities más reputadas ha publicado las primeras fotos de la actriz saliendo de una clínica en Estados Unidos tras haber tenido una niña mediante gestación subrogada.

Y, claro, se ha liado la de San Quintín. Todo el mundo ha salido en tromba a opinar y han convertido el asunto en debate nacional. Los partidos han emitido comunicados, algunas ministras se han pronunciado de forma vehemente, las redes sociales siguen ardiendo a estas horas y la calle mira absorta a un lado y a otro porque no da crédito, en general. La decisión de Obregón ha impactado de tal forma en la cotidianidad del conformismo sociológico que describen magistralmente los Pantomima Full, que las críticas en uno y otro sentido han sido furibundas. Todos tenemos una posición al respecto y creemos que el mundo merece escucharla. En eso vivimos todos volcados desde ayer.

Más allá del caso particular, que me genera cierto desasosiego por la criatura y las condiciones de la madre gestante implicada, es imprescindible abordar en nuestro país la regulación de la gestación subrogada. Se esté de acuerdo o no, parezca más o menos deleznable, existe y seguirá existiendo. No por el lugar, porque en España está prohibida, pero sí por muchos españoles que recurren a ella y residen aquí. Por ello convendría pensar que es cuestión de tiempo que como sociedad nos veamos abocados a poner el tema sobre la mesa. Ha sucedido con la prostitución, la ley trans y otras tantas, que por polémicas que sean ha habido que afrontarlas como realidades del siglo XXI.

Como en todos los debates susceptibles de generar más pérdida de votantes que rentabilidad electoral, este costará abrirlo. Pero igual de hipócrita resulta no legislar al respecto, en un sentido u otro, que permitir que ciudadanos españoles vayan a buscar una madre a otro país y vuelvan a casa con el bebé entre los brazos. Aunque no sean vasos comunicantes, también sería interesante replantearse los procesos de adopción, costosos en tiempo y dinero para miles de parejas, que se desgastan durante años en entrevistas personales, papeleos y formularios de idoneidad. No será fácil, pero sí tranquilizador para las generaciones venideras.

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