Froilán es el sucesor

Carolina González

Carolina González

El rey emérito descendía de un avión privado y pisaba suelo español ayer por segunda vez en once meses. Ya saben que se autoexilió a Abu Dabi en 2020, aunque muchos hablan de una sugerencia ordenada por Felipe VI ante los escándalos económicos de su padre. Aterrizaba en Vigo después de pasar el día anterior en Londres comiendo con unos amigos en un club privado y disfrutando de los cuartos de final de la Champions entre el Chelsea y el Real Madrid. A don Juan Carlos le espera ahora una agenda marítima apretada, con entrenamientos en el Bribón y una regata que disputar. Entre medias, buena gastronomía, charlas vespertinas y algún que otro sarao, que es lo que aún pierde al emérito a sus 85 primaveras. Sanxenxo se ha convertido en su Zarzuela particular. Allí tiene a su círculo más íntimo donde puede hablar en confianza. Se siente protegido, tranquilo y en casa.

Cada vez que regresa revoluciona el país. Los programas de televisión retransmiten su llegada en directo y la Casa del Rey contraprograma poniendo a Felipe VI a saludar niños o sonreír en alguna jornada en la que su presencia es absolutamente prescindible. Las tertulias pasan horas tratando la oportunidad del momento de su vuelta a casa. Retoman el debate sobre la Monarquía y si es momento o no de un referéndum, si la institución es tan anacrónica que requiere una reformulación con mayor transparencia o si, directamente, habría que sustituirla por una República con Iñaki Gabilondo al frente, como sugirió Yolanda Díaz. En lo que sí coinciden monárquicos y republicanos entre risas es en quién puede conseguir todo eso a la vez, quién genera el mismo descrédito a uno y otro lado: Froilán.

El primer nieto del emérito se rebeló desde niño contra el papel que se esperaba de un miembro de la familia real. Pateó a sus primos en la boda de Felipe y Letizia, fue mal estudiante, se mostró antipático con la prensa en su adolescencia –peineta incluida–, se disparó en un pie –qué les pasará a los Borbones con las armas– y tuvo interés cero en ejercer cualquier responsabilidad intrínseca a su apellido. Gamberro, caradura, vividor... su forma de vida, más nocturna que diurna, en la que exprime absolutamente todos sus privilegios no le pasan factura. Ni siquiera ahora que ha huido a Emiratos junto a su referente. En general, no sé por qué, hace gracia. La misma que el campechano de su abuelo en sus tiempos mozos.

Muchos piensan que será él quien realmente acabe con la Monarquía. Su hermana probablemente le ayudará. De momentos los focos siguen puestos en el emérito, pero tiempo al tiempo. No tiene ninguna pinta de que el barco vire y recupere el rumbo.

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